viernes, 10 de octubre de 2014

Llorar mientras llueve

Me canso de hablar de negatividad y de que todo sale mal así como también me canso cuando todo va bien y la felicidad lo inunda todo.
Y es que no hay término medio en la vida, las cosas no pueden ir "normales" con lo que conlleva esa palabra, sino que o todo va bien o va mal, pero ahí va.

Al final me reiré, posiblemente, pero a día de hoy la salida la veo complicada y las risas se quedan ahogadas en la garganta entre un nudo de lágrimas del cual es complicado deshacerse.

En realidad no sé ni qué decir, ni de lo que hablar, no me apetece reír y apenas me quedan lágrimas que llorar. A cada paso que doy siempre voy por detrás, algo me adelanta y no lo veo venir, a veces creo que llevo los ojos tapados y por eso no lo veo, como en tantas ocasiones me sucede.

Y a esta situación el tiempo no acompaña, llueve y llueve y no para de llover creando enormes charcos en el camino que cuando no te das cuenta ya te han ensuciado los zapatos.

¿Qué queréis de mi? Preguntaba hoy. He dado todo cuanto tengo, sólo falta mi corazón hecho pedazos, mi hígado más o menos bien conservado y mis pulmones sanos. El resto no sirve para nada. Mi páncreas no funciona, mis ojos apenas ven, y los intestinos contienen mierda y brócoli por partes iguales.

Sí, ya no me hago gracia ni a mi misma, todo me resulta cuesta arriba y en ocasiones hasta me miro al espejo y me veo guapa cuando mis ojos no paran de llorar.
No consigo animar a nadie porque no tengo cuerpo para animarme a mi misma, intento distraerme y por el contrario lo que hago es complicarme la vida.
En ocasiones me ilusiono con algo pero tal y como indica la palabra se trata de una mera ilusión que se desvanece en cuanto intentas atraparla.

Hace años me hubiese reído de todo, hoy apenas me quedan fuerzas para soportar las injusticias que me va deparando la vida.
¿Qué te ocurre? me preguntan, y apenas sé cual es la respuesta correcta. ¿Qué no me ocurre? Eso sería lo más acertado.

Y por muy mal que lo veas sigues ahí, como un jabato, luchando y sacando fuerzas, aunque por dentro se te rompa el alma. Saldremos de ésta, me digo a mi misma. Hablo con mis amigos y cuando les escucho decirme lo mucho que me quieren se me vuelven a llenar los ojos de lágrimas, como ahora, mientras escribo.
Hacía tiempo que no lloraba tanto, y sin embargo creo que todavía me quedan lágrimas que sacar.

Anoche tuve un sueño extraño. Me encontraba en una oficina junto a alguien que un día tuvo a bien pasar por mi vida. Él trabajaba en su ordenador y yo estaba sentada a su lado mirándole embobada, como si todo fuera bien. En un momento dado le pregunté si había mirado dónde nos íbamos a ir de vacaciones y muy seco me respondió que tenía trabajo que hacer. Entonces llegó su jefe y yo me alejé.
En la mano traía un par de calcetines, cada uno diferente, ambos blancos y calados como los típicos que se les compran a los niños de comunión. Le pude ver la cara al jefe, al cual no conocía de nada, entonces él me habló. Me dijo que debía encontrar las parejas de tales calcetines e incluso que debía ir a la comisaría de policía más cercana a poner un anuncio de "se busca".
Pese a lo ridículo de la situación yo estaba totalmente seria, al igual que el chico que estaba a mi lado. Él siguió a sus cosas y su trabajo y entonces, cuando fui a coger los calcetines, el despertador sonó.

No tengo ni idea de lo que significa y creo que tampoco quiero saberlo. Lo que quiero es que determinadas personas desaparezcan de mis sueños al igual que lo hicieron en mi vida.
Porque es muy duro saber que conocen tu estado de ánimo y ni siquiera te pregunten cómo estás. Personas que se consideran tus amigas o que dijeron un día que eras importante en sus vidas.

Y yo me pregunto: ¿A quién confiamos nuestros secretos? ¿A quién nuestras vidas? Entonces sigo llorando, me echo agua en la cara, me miro al espejo, sonrío y vuelvo a salir a las calles inundadas por la lluvia.

No me importa que no te importe mi vida, cada cual es dueño de actuar según su conciencia le dicte. Pero cuando estuviste ahí para alguien y esa persona no te da ni un minuto de su vida, para mi la relación contractual acaba en ese mismo instante.

Gracias amor, gracias por ayudarme estos días. Porque pese a la distancia has sabido estar, has sabido sacarme sonrisas, has sabido entenderme y sobre todo porque me has aconsejado en cada aspecto de mi vida.


lunes, 6 de octubre de 2014

¡Mierda!

Hay días de mierda y mierdas en nuestros días. Te levantas pensando que será un lunes más con las típicas preocupaciones y de repente te encuentras llorando a lágrima viva en el baño de una administración y echándote agua en la cara para que nadie se de cuenta.
Y es que no puedo con todo, por más que lo intento a veces la vida me supera y esto es así porque la mierda que se esconde en los rincones más ocultos siempre acaba saliendo y entonces la pelusa se vuelve cada vez más y más gorda hasta que te topas de bruces con ella y o la desintegras con un lanzallamas o convives con ella.
Vale, no sé muy bien que tiene esto de símil con la vida y con lo que hoy ha acontecido en la mía pero lo que venía a decir es que la mierda ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.

Llevo varios días intentando creer en la justicia y cuanto más lo intento más me doy cuenta que ésta sólo está hecha para los ricos, el resto de ciudadanos de a pie raramente tenemos ocasión de olerla.
Y lo veo casi a diario cuando en las noticias veo tantos fraudes y tantas personas que con sus tarjetas opacas o translúcidas nos quitan lo que es nuestro, de todos y mientras tanto los que tratamos de hacer todo legalmente, te encuentras con que no sólo tienes que hacerlo bien sino incluso mejor, y no sabes de dónde viene tanta ley y normativa y te encuentras desprotegido porque nadie se encarga de informarte y tienes que aprender por ciencia infusa.

A mi me viene grande, como me viene grande la vida en general, porque yo no puedo ir luciendo mi sonrisa tanto como quisiera o hacer posible cada uno de mis sueños, porque no me dejan. Y hay mil frases posibles para decirme en estos casos desde el tú puedes, inténtalo y vales mucho hasta cuenta conmigo para lo que sea. Pero no puedes contar con nadie, te encuentras sola en un mundo desconocido y tiras de amigos y preguntas cuál es la salida, pero pocas veces se ve el hueco por el que asomar el hocico. Mientras ves que todo tu mundo se desmorona, que todo aquello que se construyó con mucho esfuerzo corre peligro, te fijas en que son precisamente las personas a las que un día tendiste la mano las que ahora te ponen la soga al cuello y encima apretando.

Desconfiar de la raza humana es algo que últimamente vengo haciendo, porque no me sirve de nada dar mi brazo cuando quieres arrancarme la mano y dejarme inutilizada para toda la vida. ¿Para qué? me pregunto a diario.
Muy sencillo, porque las circunstancias mandan y porque en una época en la que la mierda se convierte en caviar, el destrozar la vida de quien te dio de comer se convierte en un gesto heroico para quien lo logra y a nadie le importa girar la cara en una calle para hacerse el desconocido.

Sí, la vida es injusta y una mierda. Tiene muchas cosas bonitas, pero cada día me cuesta más verlas.

Al acabar el día y salir de la reunión que puso un poco de luz a mis horas, me tropecé con una bonita mierda. En la misma acera camino de mi casa una mierda ya un tanto seca se interpuso a mi paso y lejos de quejarme al dueño invisible del animal, decidí observarla durante un rato.


A mi me parece una bonita mierda, he pensado, ya no sólo por la forma un tanto extraña de L complicada, sino por la pluma que lleva incorporada.
Quizás cuando el dueño del animal, que tuvo a bien descargar sus necesidades ahí mismo, se olvidó de recoger tan preciado elemento, un ave sobrevolaba la zona y dejando caer una de sus plumas quiso ponerle alas para que saliera volando. Pero todos sabemos que las mierdas no vuelan y que si nadie las recoge siguen ahí para siempre.
De hecho posiblemente esa mierda siga estando mañana, al igual que nosotros y lo mismo que el resto de mierdas que nos rodean en nuestra humilde y preciada vida.
No se trata de darles patadas sino de apartarlas con cuidado y esperar que lo que tú haces por un bien común, algún día se vea recompensado. El karma lo llaman, yo lo llamaría justicia si siguiera creyendo en ella.