¡FELIZ AÑO 2015!
miércoles, 31 de diciembre de 2014
¿Resumimos 2014?
¡FELIZ AÑO 2015!
viernes, 21 de noviembre de 2014
Daños Colaterales
Tengo la mala costumbre de no tener término medio, de enfadarme y no decir nada o por el contrario de soltarlo todo sin pensar en las consecuencias.
Llevo varios días que no me encuentro y el espejo apenas me reconoce.
El querer usar la empatía con todos es agotador, pero es más, tampoco sirve para nada porque al fin y al cabo la otra persona por mucho que trates de ponerte en su lugar, siempre sentirá de forma diferente a ti.
Siento que no sé lo que pretendo cuando actúo de tal forma que no va conmigo. Y no significa que no sea yo, sino que esa parte de mi tan escondida y que apenas saco, queda un tanto extraña ante los ojos de quien no me conoce desde hace años.
Estas semanas reconozco que me siento falta de cariño, y no de ese cariño familiar que se recibe a diario en algunas casas, sino del que te hace sentirte necesaria para determinadas personas.
¿Y quién no lo ha necesitado alguna vez en su vida?
Porque a diario yo me visto como si de Don Quijote se tratase, armadura y Rocinante por delante. Pero llega la noche y te pones el pijama, y es ahí cuando te haces débil.
Reconozco que quizás tomé la mano de alguien demasiado pronto sin medir las consecuencias, que me dejé llevar por la alegría e ilusión que el sentirle conmigo me proporcionaba.
Esperaba que pasara la tarde para que ya con el pijama puesto y bajo las sábanas de franela, nos contásemos nuestras aventuras matutinas. Y guardaba en mi mente alguna anécdota que no contaba en la mañana para hacerle partícipe de algo especial sólo por mí conocido.
Pero estos días de atrás en los que te preocupas demasiado por una salud que ni tan siquiera es la tuya, te das cuenta que algo pasa. Y ya no es porque puedas confundirte tú sino porque es lo que el resto de personas crean. Porque no sirve de mucho dar una opinión si no hay una mirada que la respalde. Y lo que me duele es no poder hacer bromas como antaño porque ahora todo es diferente. Porque ya nadie me cree cuando digo que no siento nada ni que nadie me altera. Y mis bromas no están bien vistas y cualquier comentario mío parece lo que nunca quise que fuera.
¿Cómo debería explicarme para que me crean si cada noche es la misma cantinela?
Ya no hablamos de pelis, de comida o de anécdotas, ahora son sentimientos que no queremos que se confundan para no dañar a nadie. Me hace gracia esa expresión, debería meter un euro en una hucha cada vez que me la dijeran.
“No quiero hacerte daño, eres muy importante para mi". Pues no me lo dirías si así fuera.
Qué bonita es la sinceridad cuando ésta no tiene réplica.
Y entonces ya todo empieza a ir mal y ya nada es lo que era. Temes hablar y que tus palabras creen un campo de minas, contar lo que sientes ya no resulta adecuado y soñar con abrazos es la última de las ideas.
¿Por qué no puedo reírme de todo y decirte que no me quieras?
Me tienes como un ser especial, yo no soy cualquiera. Por lo visto se ha de tener cuidado conmigo como si una muñeca de porcelana fuera.
Y todos insisten en lo mismo, no querer hacerme daño y sentirlo incluso sin saber si me lo han hecho.
Reconozco que a veces lloro, normalmente bajo la ducha. Pero no lloro porque me hagan sentir mal o no me quieran, hace tiempo que me convencí de que eso sería así, lloro porque no tengo oportunidad de expresarme y no se me cree cuando hablo. Lloro porque se me acostumbra a tener algo bonito y que me hace feliz y me lo quitan.
No lloro porque nadie me quiera. Las lágrimas por ese motivo cesaron hace mucho, quizás hubo meses que volvieron pero no podría asegurar que no fueran de cocodrilo. Y es que la amistad es lo que tiene, nunca puede darse nada por sentado si yo estoy en ella.
Que nadie dijo que fuera fácil, pero todos sabemos que si nos lo proponemos no tiene porqué ser tan difícil.
No sé si esto tendrá cura, se podrá hablar y mis noches volverán a contar con su presencia, lo que sí sé es que si alguien piensa que dejar de hablarme de una determinada forma puede ser la solución, es que quizás yo no sea la mejor de las compañeras.
jueves, 6 de noviembre de 2014
Elecciones
De que es difícil aprender de los errores uno se da cuenta con el tiempo, cuando pasado éste y tras caer varias veces en lo mismo, observas como todo lo que un día dijiste no volver a repetir nunca más lo vuelves a hacer, pero disfrazado con otra situación.
En estas semanas he tenido oportunidad de vivir situaciones muy distintas, a cada cual más singular. He quedado con un par de chicos que conocí de formas muy diferentes, uno de ellos incluso se me puso a llorar sin yo saber muy bien lo que ocurría.
Fui a una despedida de soltera en la que llevaba más expectativas de las que me traje.
Disfruté mucho celebrando las segundas jornadas de la tapa y bebiendo cerveza para olvidar las penas.
Comencé un curso que llevaba persiguiendo varios años y al que le puse muchas ganas para entrar, pero que a día de hoy no sé si no me equivoqué en mi elección.
Al cabo de un día tenemos que elegir tantas cosas que es inevitable irse a la cama pensando que si hubiésemos cambiado algunas, una parte de nosotros mismos hubiera sido diferente.
Llevo días anhelando un cariño que no me pertenece y tengo miedo a pedirlo y que se lo pueda estar robando a alguien.
A veces existe tal necesidad de decir te quiero con el corazón en las manos que no queda otra que escupirlo por la boca, pese a aparentar todo lo contrario.
Y es que hay personas que quizás parezcamos difíciles de acceder o incluso demos miedo con una mirada o unas palabras y sin embargo llega la noche y necesitas un cobijo bajo el que resguardarte, un te eché de menos durante el día, un veamos juntos esta película mientras sonreímos y tantas cosas más que cuando te miras al espejo no eres la misma persona que salió esa mañana por la puerta con el escudo bien puesto para evitar el frío.
Nadie nace sabiendo, al igual que nadie nace queriendo. Durante la vida todo se adquiere y poco a poco eliges a quién quieres tener a tu lado, salvo los que se marchan sin previo aviso. A esos, un saludo y buen viaje. Al resto, gracias por quedarse.
Esta semana saqué dos sonrisas, una de ellas inesperada y la más difícil todavía, la que surgió a raíz de un llanto.
Porque a veces soy así, imprevisible. Y me gusta observar a las personas y devolver el cariño que cada día me demuestran, pese a no poder abrazarnos asiduamente. Y llorar está bien, limpia los pulmones y te deja como nueva, pero está mejor reír. Si para ello tengo que cantar la canción de la abeja maya la canto.
No hay cosa que más me alegre que provocar felicidad en alguien, por muy efímera que ésta sea.
Hoy desperté asustada, anoche tuve una pesadilla terrible. Cuando llorando y sin apenas respirar fui corriendo al baño a echarme agua fría en la cara, justo a la misma hora mi madre hizo lo mismo. Nos encontramos en el pasillo, yo con los ojos rojos y ella aterrada como si viera un fantasma. No quiero saber el significado pero he tenido miedo durante toda la mañana. Yo que no me asusto fácilmente hoy temblaba por lo que mi mente había imaginado.
Y es que es difícil vivir a veces, se nos presentan circunstancias que no controlamos y nos vuelven asustadizos, temerosos e incomprendidos. Pero hay que seguir, sea cual sea nuestro destino.
viernes, 10 de octubre de 2014
Llorar mientras llueve
Y es que no hay término medio en la vida, las cosas no pueden ir "normales" con lo que conlleva esa palabra, sino que o todo va bien o va mal, pero ahí va.
Al final me reiré, posiblemente, pero a día de hoy la salida la veo complicada y las risas se quedan ahogadas en la garganta entre un nudo de lágrimas del cual es complicado deshacerse.
En realidad no sé ni qué decir, ni de lo que hablar, no me apetece reír y apenas me quedan lágrimas que llorar. A cada paso que doy siempre voy por detrás, algo me adelanta y no lo veo venir, a veces creo que llevo los ojos tapados y por eso no lo veo, como en tantas ocasiones me sucede.
Y a esta situación el tiempo no acompaña, llueve y llueve y no para de llover creando enormes charcos en el camino que cuando no te das cuenta ya te han ensuciado los zapatos.
¿Qué queréis de mi? Preguntaba hoy. He dado todo cuanto tengo, sólo falta mi corazón hecho pedazos, mi hígado más o menos bien conservado y mis pulmones sanos. El resto no sirve para nada. Mi páncreas no funciona, mis ojos apenas ven, y los intestinos contienen mierda y brócoli por partes iguales.
Sí, ya no me hago gracia ni a mi misma, todo me resulta cuesta arriba y en ocasiones hasta me miro al espejo y me veo guapa cuando mis ojos no paran de llorar.
No consigo animar a nadie porque no tengo cuerpo para animarme a mi misma, intento distraerme y por el contrario lo que hago es complicarme la vida.
En ocasiones me ilusiono con algo pero tal y como indica la palabra se trata de una mera ilusión que se desvanece en cuanto intentas atraparla.
Hace años me hubiese reído de todo, hoy apenas me quedan fuerzas para soportar las injusticias que me va deparando la vida.
¿Qué te ocurre? me preguntan, y apenas sé cual es la respuesta correcta. ¿Qué no me ocurre? Eso sería lo más acertado.
Y por muy mal que lo veas sigues ahí, como un jabato, luchando y sacando fuerzas, aunque por dentro se te rompa el alma. Saldremos de ésta, me digo a mi misma. Hablo con mis amigos y cuando les escucho decirme lo mucho que me quieren se me vuelven a llenar los ojos de lágrimas, como ahora, mientras escribo.
Hacía tiempo que no lloraba tanto, y sin embargo creo que todavía me quedan lágrimas que sacar.
Anoche tuve un sueño extraño. Me encontraba en una oficina junto a alguien que un día tuvo a bien pasar por mi vida. Él trabajaba en su ordenador y yo estaba sentada a su lado mirándole embobada, como si todo fuera bien. En un momento dado le pregunté si había mirado dónde nos íbamos a ir de vacaciones y muy seco me respondió que tenía trabajo que hacer. Entonces llegó su jefe y yo me alejé.
En la mano traía un par de calcetines, cada uno diferente, ambos blancos y calados como los típicos que se les compran a los niños de comunión. Le pude ver la cara al jefe, al cual no conocía de nada, entonces él me habló. Me dijo que debía encontrar las parejas de tales calcetines e incluso que debía ir a la comisaría de policía más cercana a poner un anuncio de "se busca".
Pese a lo ridículo de la situación yo estaba totalmente seria, al igual que el chico que estaba a mi lado. Él siguió a sus cosas y su trabajo y entonces, cuando fui a coger los calcetines, el despertador sonó.
No tengo ni idea de lo que significa y creo que tampoco quiero saberlo. Lo que quiero es que determinadas personas desaparezcan de mis sueños al igual que lo hicieron en mi vida.
Porque es muy duro saber que conocen tu estado de ánimo y ni siquiera te pregunten cómo estás. Personas que se consideran tus amigas o que dijeron un día que eras importante en sus vidas.
Y yo me pregunto: ¿A quién confiamos nuestros secretos? ¿A quién nuestras vidas? Entonces sigo llorando, me echo agua en la cara, me miro al espejo, sonrío y vuelvo a salir a las calles inundadas por la lluvia.
No me importa que no te importe mi vida, cada cual es dueño de actuar según su conciencia le dicte. Pero cuando estuviste ahí para alguien y esa persona no te da ni un minuto de su vida, para mi la relación contractual acaba en ese mismo instante.
Gracias amor, gracias por ayudarme estos días. Porque pese a la distancia has sabido estar, has sabido sacarme sonrisas, has sabido entenderme y sobre todo porque me has aconsejado en cada aspecto de mi vida.
lunes, 6 de octubre de 2014
¡Mierda!
Y es que no puedo con todo, por más que lo intento a veces la vida me supera y esto es así porque la mierda que se esconde en los rincones más ocultos siempre acaba saliendo y entonces la pelusa se vuelve cada vez más y más gorda hasta que te topas de bruces con ella y o la desintegras con un lanzallamas o convives con ella.
Vale, no sé muy bien que tiene esto de símil con la vida y con lo que hoy ha acontecido en la mía pero lo que venía a decir es que la mierda ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
Llevo varios días intentando creer en la justicia y cuanto más lo intento más me doy cuenta que ésta sólo está hecha para los ricos, el resto de ciudadanos de a pie raramente tenemos ocasión de olerla.
Y lo veo casi a diario cuando en las noticias veo tantos fraudes y tantas personas que con sus tarjetas opacas o translúcidas nos quitan lo que es nuestro, de todos y mientras tanto los que tratamos de hacer todo legalmente, te encuentras con que no sólo tienes que hacerlo bien sino incluso mejor, y no sabes de dónde viene tanta ley y normativa y te encuentras desprotegido porque nadie se encarga de informarte y tienes que aprender por ciencia infusa.
A mi me viene grande, como me viene grande la vida en general, porque yo no puedo ir luciendo mi sonrisa tanto como quisiera o hacer posible cada uno de mis sueños, porque no me dejan. Y hay mil frases posibles para decirme en estos casos desde el tú puedes, inténtalo y vales mucho hasta cuenta conmigo para lo que sea. Pero no puedes contar con nadie, te encuentras sola en un mundo desconocido y tiras de amigos y preguntas cuál es la salida, pero pocas veces se ve el hueco por el que asomar el hocico. Mientras ves que todo tu mundo se desmorona, que todo aquello que se construyó con mucho esfuerzo corre peligro, te fijas en que son precisamente las personas a las que un día tendiste la mano las que ahora te ponen la soga al cuello y encima apretando.
Desconfiar de la raza humana es algo que últimamente vengo haciendo, porque no me sirve de nada dar mi brazo cuando quieres arrancarme la mano y dejarme inutilizada para toda la vida. ¿Para qué? me pregunto a diario.
Muy sencillo, porque las circunstancias mandan y porque en una época en la que la mierda se convierte en caviar, el destrozar la vida de quien te dio de comer se convierte en un gesto heroico para quien lo logra y a nadie le importa girar la cara en una calle para hacerse el desconocido.
Sí, la vida es injusta y una mierda. Tiene muchas cosas bonitas, pero cada día me cuesta más verlas.
Al acabar el día y salir de la reunión que puso un poco de luz a mis horas, me tropecé con una bonita mierda. En la misma acera camino de mi casa una mierda ya un tanto seca se interpuso a mi paso y lejos de quejarme al dueño invisible del animal, decidí observarla durante un rato.
A mi me parece una bonita mierda, he pensado, ya no sólo por la forma un tanto extraña de L complicada, sino por la pluma que lleva incorporada.
Quizás cuando el dueño del animal, que tuvo a bien descargar sus necesidades ahí mismo, se olvidó de recoger tan preciado elemento, un ave sobrevolaba la zona y dejando caer una de sus plumas quiso ponerle alas para que saliera volando. Pero todos sabemos que las mierdas no vuelan y que si nadie las recoge siguen ahí para siempre.
De hecho posiblemente esa mierda siga estando mañana, al igual que nosotros y lo mismo que el resto de mierdas que nos rodean en nuestra humilde y preciada vida.
No se trata de darles patadas sino de apartarlas con cuidado y esperar que lo que tú haces por un bien común, algún día se vea recompensado. El karma lo llaman, yo lo llamaría justicia si siguiera creyendo en ella.
martes, 30 de septiembre de 2014
Sustitutos
sábado, 27 de septiembre de 2014
Gripes y otros cuentos
Me toman la temperatura, 40´5ºC y me dicen que por qué he venido tan tarde y si me había tomado algo. Pues verá, yo creí que se me bajaría y es que lo de meterme un supositorio no lo veo, de hecho el último me lo puso mi madre y era pequeña, a partir de ese momento dije que por el culo no y hasta ahora. El médico que era un hombre serio y con mirada perdida me miró y se echó una sonora carcajada.
De acuerdo, me dijo, nada de supositorios, te vamos a pinchar nolotil inyectable para que te baje la fiebre y te dejamos en observación a ver si en una hora o así no te sube.
El dolor del pecho es lo que me preocupa, vamos a hacerte unas placas para descartar neumonía y bla bla bla... ya no me enteré de nada más.
Un celador bastante guapete me subió a una silla de ruedas y yo misma le miraba mientras me paseaba por los pasillos y pensaba: lo mal que debo estar para no estar tirándole los trastos a este buenorro...
Y ahí, me tiré un buen rato con las tetas al aire entre las placas y las auscultaciones y no sentí nada, era como estar drogada. Luego me llevaron a la sala de observación y allí estuve tirada otro par de horas viendo pasar gente.
Cuando volvió el médico y me miró con cara seria giré la cabeza y le dije: ¿es ébola verdad? El médico se echó a reír de nuevo y me dijo, tranquila que no tienes ni neumonía. En realidad lo que tienes son mocos. Así que o los echas o te seguirá doliendo el pecho. Te mandaré un medicamento para la fiebre por si te sube y otro para que expectores, y como no te podemos poner suero te vas a casa e intentas cenar algo ligero. Le miro muy seria y le digo: ¿brócoli al vapor?
El médico con cara de incredulidad mira a la enfermera y le dice: por favor, comprueba de nuevo la temperatura de esta chica antes de que se vaya. Y así lo hicieron, tenía 37ºC así que lo que hablaba ya no eran delirios y es cuando dije: es que soy así doctor. Y me dieron el alta no sin antes aconsejarme que cenase algo ligero, un poco de jamón de york o una tortilla francesa, nada de brócoli o verduras fuertes. Casi lloro.
Llegué a casa y miraba con pena como mis padres se comían las croquetas de brócoli que habían sobrado y yo tomaba una triste ensalada con un par de filetitos de jamón de york.
Tras la cena y por las drogas me quedé traspuesta en el sofá, pero luego se me hizo complicado coger el sueño y me puse a leer cuentos que tenía escritos. Me encontré con uno que me gustó mucho cuando lo escribí, lo volví a leer y los recuerdos volvieron a mi y el sueño...
TORMENTA
Había una vez un niño que le tenía miedo a las tormentas. Era muy aprensivo y asustadizo y el mal tiempo le ponía muy nervioso. No le gustaba mucho salir de casa los días de lluvia por miedo a que un rayo pudiera caerle encima.
Cuando hacía un día gris se encerraba en su cuarto y se ponía a dibujar. Esos días su cuaderno se llenaba de colores, verdes, rojos, amarillos y violetas. Todo para convertir el día gris en un gran arco iris.
Un día estaba en la oficina de correos esperando para enviar un paquete, cuando de pronto estalló una gran tormenta. No podían salir porque la lluvia era intensa y la mayoría de los que allí estaban no habían traído paraguas.
Él empezó a ponerse nervioso. Estaba lejos de su casa y se puso a temblar. Se sentó en un banco esperando que amainara la tormenta y con los ojos llorosos miraba hacia el suelo tapándose los oídos cada vez que un trueno sonaba.
Una chica que esperaba que la atendiesen se dio cuenta y se sentó a su lado.
- ¿No te gustan las tormentas? le preguntó la chica.
Él alzó la cabeza y la miró sorprendido. Una joven con una sonrisa preciosa estaba hablando con él. ¡Rápido! Contesta algo se dijo.
- Ah...
- ¿Cómo? dijo ella mirándole extraña.
- Que digo que las tormentas me ponen triste, tanta lluvia y este tiempo... no, no me gustan.
- ¿A qué has venido a correos? preguntó ella.
- Iba a mandar un paquete.
- ¡Yo también! ¿Qué coincidencia verdad?
- Bueno... esto es correos.
- Sí, ya lo sé. Y lo que hay detrás de la puerta sólo agua. Me refiero a que podrías haber venido a recoger algo o mandar una carta o a pagar una multa por ejemplo.
- Pues no.
- ¿Hablas poco o es sólo que te da miedo la tormenta?
Sin darle tiempo a responder la chica cogió ambos paquetes y se los dejó al de la ventanilla diciendo que los guardara un momento. Agarró al chico de la mano y lo sacó a la calle.
¡Vamos a correr bajo la lluvia! Le dijo sonriendo.
Él asustado sólo se dejó llevar. Aquella chica parecía estar loca y no quería llevarle la contraria.
- ¿Hace cuánto no haces algo por primera vez? Preguntó la chica con cara de picardía.
- Mmm no lo sé, no lo recuerdo.
- Yo nunca he salido de la oficina de correos con un chico de la mano a correr bajo la lluvia.
- ¡Claro! Ni yo tampoco.
- ¿Qué más cosas no has hecho nunca? Siguió preguntándole.
- Si las supiese seguro que ya las habría hecho alguna vez, ¿no crees?
- Yo nunca he besado a un chico bajo la lluvia.
Y sin esperar a que él reaccionara le besó en los labios. Un beso largo y húmedo que le supo a gloria.
Él se quedó callado sin saber qué hacer o decir y ella con su sonrisa pícara le miro su cara ruborizada y le dijo:
- Este beso me ha sabido mejor que comer brócoli.
- ¡Perdona! ¿Cómo puedes decir eso?
- Cada cual tiene unos gustos ¿no?
- Pero compararme con esa mierda...
Entonces ella le volvió a agarrar de la mano y se lo llevó a otro sitio, esta vez bajo una cubierta. Y le volvió a besar. Ahora más pausado y profundo, sin lluvia de por medio.
- ¿Te ha gustado? Preguntó ella.
- ¡Claro!
- Sin embargo los sabores eran distintos, antes sabías a lluvia y ahora no.
- Sí, pero sigue siendo el mismo beso, respondió él sin saber muy bien lo que quería decir.
- Por eso me gusta el brócoli, porque a pesar de que la gente diga que huele fatal no deja de ser una verdura bastante rica. Como tu beso. No deja de ser tuyo y ser especial, aunque diferente a los demás es fabuloso.
Entonces la chica le volvió a coger de la mano y lo llevó de nuevo a la oficina de correos.
- Ya puedes enviar tu paquete - le dijo.
Entonces el chico, con la camiseta llena de agua rellenó el papel y se lo dio al de la ventanilla para enviarlo.
- ¿No envías tú el tuyo? Le preguntó a ella.
- No hace falta, mi destinatario está aquí.
El chico muy sorprendido no sabía a qué se refería. Entonces ella pidió su paquete y se lo entregó al muchacho. En la dirección sólo ponía su nombre, nada más.
Abrió el paquete y dentro unas magdalenas le dieron la bienvenida.
- ¿Pero cómo es posible? Dijo él.
Llevo haciendo magdalenas cada semana y vengo a diario a esta oficina con la esperanza de encontrarte. Es más, ya me he hecho amiga de todos los que atienden porque los viernes cuando veía que ya no vendrías ellos se acababan repartiendo mis dulces. No tenía tu dirección y no podía preguntarte. Entonces decidí pedirte un paquete y sólo tenía que esperar a que vinieras. Era fácil. Pero escogiste el peor día para salir de casa.
El chico muy asombrado no sabía si reír o salir corriendo.
Ahora en tus manos está, dijo ella. Tú decides si compartir conmigo o no tus magdalenas.
jueves, 25 de septiembre de 2014
Fingir o no fingir, he ahí la cuestión
Llevo unos días viendo películas por todas partes, la televisión, las redes sociales y hasta en la calle.
Lo cierto es que parece ser que somos estupendos actores.
Hace tan solo unos días todo el mundo se indignaba por una supuesta violación a una chica en la feria de Málaga. Y en todos los medios trataban el suceso como una abominación y a los supuestos culpables como si no fueran supuestos. Cuando salieron del calabozo y algunas personas aplaudían tal hecho, muchas otras no entendían nada y se indignaban con los familiares por vitorear tal acción de la policía, que según la gran mayoría volvía a equivocarse.
Y no pensamos más, no creemos en la falsedad de quien puede estar contándonos una historia simplemente por aburrimiento o por miedo a alguna represalia. Y juzgamos sin más y sin tener conocimiento de la otra versión de los hechos.
Durante mi vida me han contado tantas historias que ahora cada vez que escucho alguna lo primero que hago es callarme, y luego escuchar la otra versión. Finalmente sacar conclusiones y prejuzgar, pero sin dañar a nadie.
Porque claro, es fácil que ante unos hechos tan obvios hagamos deducciones que posiblemente nos lleven a error.
Esta semana ocurrió algo en twitter, por lo visto un chico se hizo pasar durante mucho tiempo por chica, de tal modo que incluso respondía los mensajes como tal. Mucha gente se indignó, otra lo tomó como broma y le rió la gracia, yo sólo leí sobre el tema.
Unos días después, otro tuitero o tuitera, no defino sexo porque he leído de todo, escribió su epitafio. De tal forma que hizo creer a sus miles de seguidores que tenía cáncer y que al salir de una operación no lo había superado. Su supuesta hermana, y ya me repito con la palabra, escribió contando lo que había pasado y preguntó cómo cerrar la cuenta.
¿Acaso nadie ve lo rebuscado del asunto? Que igual es porque yo no tengo hermanos pero si se me muere uno lo que no estoy es pendiente de meterme en twitter para preguntar cómo cerrar una cuenta que me importa tres carajos en lugar de estar junto a mi familia.
Pero ya digo que igual soy yo la que no lo entiende o analiza todo demasiado.
La gente se puso muy triste y se acusó a quienes en su momento se reían de esa supuesta muerte, que parece ser ahora que mucha razón tenían.
Y cuando te enteras de la verdad, porque según dicen las mentiras tienen las patas muy cortas, te indignas y ya lo único que se puede hacer es perder la Fe en el ser humano y desconfiar de todo bicho viviente. Y a mi dadas las circunstancias me parece lo más lógico.
Sin embargo las personas somos tan retorcidas que en lugar de seguir esa mentira dan la cara, o no ellos sino a veces otros que puede que sean ellos mismos. Porque si no hemos dañado suficiente contando ese cuento, decimos la verdad para así ver la cara de panolis que se le queda a quien se lo cree.
Pero es que esto es el pan nuestro de cada día.
¿Acaso no conoces a alguien que vive los vientos por ti, te hace creer que eres una parte importante de su vida y al final resulta que no es cierto?
La diferencia de todos estos casos, a mi entender graves por igual, está en cómo dañes a quien te rodea. Quizás no se puede ser claro desde un inicio o puedes ir viendo que con el paso del tiempo lo que ves no es lo que quieres, pero eso no justifica dañar los sentimientos de esas personas que creyeron en ti sin tan siquiera conocerte.
Y esto sí que me indigna. Porque miro a mi alrededor y no paro de leer malos comentarios, y los que antes eran malos ahora son buenos y si te ríes eres mala persona y si lloras un imbécil de libro.
¿Podemos parar de una vez? A veces la vida es tan sencilla que lo único que queremos es complicarla, pero no sólo la nuestra porque entonces no tendría gracia, lo suyo es crear un círculo de confianza, hacer que todos crean en ti y luego desaparecer con un epitafio bonito.
El mío sería éste: Señores, me he cansado del circo de esta vida que Uds. crean, cuando sean conscientes de ello volveré. Gracias.
martes, 23 de septiembre de 2014
Pasos
Como decía, tiemblo cuando doy pasos y me meto en sitios desconocidos, porque a todos nos pasa que no sabemos cómo vamos a reaccionar ante lo que no conocemos, pues no hay costumbre y en nuestra memoria no encontramos similitudes a las que aferrarnos.
Y a cada paso que das, ya sea de mayor o menor amplitud, la huella se va quedando atrás. Nunca delante. Porque el camino que marcamos es sólo nuestro, pese a que a veces lo compartimos.
Una vez estando en la playa metí mis huellas dentro de otras que eran mayores a las mías, y me di cuenta con el paso del tiempo que nunca debí hacerlo, sino marcar las mías propias. Pero eso sólo lo ves con el tiempo y la distancia, la que a su vez va provocando el olvido.
Lo cierto es que a todos nos gusta que nos acompañen en nuestro camino, sentir que nuestros pasos no son los únicos que se oirán tras el largo pasillo, sino que habrá otros que nos marquen un lugar, un lugar al que querer ir para sentirse unidos.
En mi camino fui encontrando piedras y tirando migas. Las piedras se apartaron por sí solas cuando el temporal así lo quiso. De las migas que fui dejando algún resto queda, el que no se haya querido comer ningún pajarillo.
A veces lo tocas y hasta crees sentirlo. Te preguntas porqué sigue ahí algo que debería estar extinguido, y no hay respuesta pues ya nadie contesta, salvo el eco del olvido.
Llega el cambio de estación, verano, otoño y al final invierno. Y los pasos cambiarán pues habremos pasado de pisar arena, a hojas y finalmente al frío de una nieve que apenas veremos.
Y me resulta curioso pensar cómo incluso teniendo unas huellas tan similares, nuestros pasos nunca serán los mismos.
Y me gustaría luchar por conseguir una meta, por dejar esa huella imborrable con el paso del tiempo, pero cada paso es inconstante y a la vez incierto.
La felicidad se nutre de recuerdos que quisieron ser vividos y que se apagaron tras ver lo inconstante de la vida o de cómo sentimos.
Y quiero recordarte con cariño, como cuando puse mis huellas sobre las tuyas y sonreí mientras las olas del mar las borraban, pero es del todo imposible borrar lo que ya no existe, lo que se fue, pero queda en el recuerdo. Un recuerdo marcado de pasos juntos, caminando a la vez y siendo testigos de que a lo lejos el sol se ponía, dando paso a la oscuridad que nos embargaría.
miércoles, 17 de septiembre de 2014
Nunca Pares
Desde bien temprano he ido dando botes por todos lados y con una musiquilla en mi cabeza, la escuché por la calle nada más salir y lo más curioso de todo es que la volví a escuchar en la televisión antes de irme a dormir. Yo no suelo llevar música nunca, ni cascos, ni tengo miles de canciones en el móvil, ni en el mp3. Soy de escuchar los ruidos de la calle, la música que llevan los coches o incluso la de los propios móviles de la gente cuando suenan.
A última hora de la mañana me fui a la peluquería, cada vez que voy pienso que necesito un cambio de look. Teñirme de pelirroja, raparme el pelo a lo teniente O´Neil o simplemente alisarme estos rizos locos. Sinceramente nunca me he atrevido a nada que no sea alisármelo y hoy no era un día propicio ya que llovía; así pues llego, me siento a que me den el masajito de rigor en la cabeza mientras me lavan el pelo y frente al espejo y con cara de pollo mojado le digo a la peluquera: me cortas tres deditos o un poco menos, que luego se me seca y parezco una escarola ¿vale?
Cierro los ojos y relajo la mente. Chas chas chas chas chas oigo las tijeras...
Mírate al espejo -me dice la peluquera. Vale, un poco corto pero no está mal. Pásame el secador a ver cómo queda.
Me pone el difusor y mientras me seca el pelo cabeza abajo miro a la señora que hay sentada frente a mi esperándome.
Niña, se te ve el sujetador -dice la buena mujer. Y yo me callo porque le veo la faja pero no veo bien el decirle lo que por mi mente se me pasaba en ese momento.
Pago a mi peluquera y le dejo la propina de rigor tras haberme contado su vida sanitaria, lo que le han costado los libros de sus dos hijos y las vacaciones de su vecina la pija.
Salgo a la calle y un viento repentino me revuelve el pelo, menos mal que no me ha peinado. Entonces es cuando empieza a llover, a gotas gordas además. No un chirimiri no, de estas gototas que con sólo caer dos ya te han empapado medio cuerpo.
Y así, hecha un higo llego a mi casa, me mira mi madre y me dice: hija, no sé de donde vienes pero das asco. ¿Se puede saber qué te ha pasado en la cabeza?
Me he cortado el pelo mamá -respondo con una media sonrisa. Bueno, siéntante a la mesa que vamos a comer.
Sin casi descansar, esta tarde me he ido a hacer un taller de fieltro. Cuando tengo hueco me suelo apuntar en la casa de la juventud a hacer manualidades, o como dice mi madre a traer mierdas a casa para acumular polvo.
Nada más llegar he saludado a los compañeros que nos conocíamos de otros talleres y nos hemos puesto manos a la obra. La idea era hacer un búho de fieltro que sirviera como costurero para guardar bobinas, agujas y demás. Yo como para eso tengo una caja de galletas de toda la vida he pensado que iba a hacerlo más sencillo y así tendría un peluche más para la colección.
Hemos recortado los patrones, escogido los colores y hemos empezado a pegar. Teníamos dos horas para hacer el muñeco y cuando llevábamos una hora y media yo llevaba sólo la mitad del trabajo.
Desde pequeña he sido muy lenta, no es porque yo lo sepa sino porque siempre me lo ha dicho mi madre. En la clase de plástica yo siempre era la última en terminar y luego me quedaba ayudando a recoger a la profesora. Cuando llegaba a casa mi madre me decía que cómo podía ser tan lerda para hacer las cosas, ella veía que mis amigos lo hacían rápido y yo tardaba el doble. Siempre creí que me lo decía para meterse conmigo pero hoy le he dado la razón. Éramos 7 en el taller, en concreto 6 chicas y un chico, pues lo cierto es que todos han terminado el muñeco menos yo. Me he esmerado tanto en poner los colores, en recortar cada pieza con suma perfección y en pegarlo bien que cuando me he dado cuenta mis compañeros ya estaban rellenando con guata el bicho. Incluso hasta el chico que decía no haber cogido una aguja en su vida ya lo había cosido y yo estaba haciendo lo que el resto habían terminado en la primera hora de clase.
Cuando ha llegado la hora de irnos y mis compañeros han empezado a recoger es cuando me he puesto nerviosa y me he bloqueado. Entonces he pensado que lo mejor era llevarme el relleno del muñeco y el hilo para coserlo en casa, o dárselo a mi madre para que me ayudara a hacerlo.
La profesora me ha dicho que el mio era el que más le gustaba por los colores que había elegido, pero que como no lo había terminado pues no sabría cuál sería el resultado final.
Yo no es que tenga mucha imaginación para hacer las cosas o combinar colores, simplemente mezclo lo que me gusta y ya. Verdes, naranjas, amarillos y rojos suelen ser mis bases para todo, incluso para la ropa con la que suelo vestir. Hoy no iba a ser menos y he disfrazado mi búho con esos colores añadiendo unos corazones, porque el resto ha puesto flores y la verdad es que a mi las flores como que no me van demasiado.
Y sí, ya sé que no está terminado pero aun así me gusta como ha quedado lo poco que he hecho.
Nada más salir y tras ayudar a la profesora a recoger, ha venido a buscarme un amigo y nos hemos ido al cine. Llevaba varios días insistiéndome que quería ir a ver la película de El Niño y yo me negaba porque creía que no me gustaría, pero al final me ha convencido y hemos ido.
Al sacar las entradas él quería invitarme y le he dicho que no, total que nos hemos puesto a discutir y la taquillera se ha enfadado y nos ha dado a cada uno las vueltas y las entradas por separado.
Eso sí, mi amigo ha comprado palomitas gigantes y le he cogido unas pocas... bueno, en realidad bastantes porque no había merendado.
El caso es que nos ha tocado sentarnos en medio de dos parejas y por no levantar a todo el mundo nos hemos puesto en una esquinita pensando que ya no vendría nadie más. Error, nada más apagar las luces una pareja nos ha levantado de nuestros asientos, nos hemos puesto en otros y a los dos minutos de empezar la película nos han vuelto a levantar. Total, que por tercera vez nos hemos vuelto a sentar en otra esquina y cada vez que venía alguien mirábamos de reojo con temor a que nos levantasen de nuevo.
Le película ha transcurrido bien, de hecho incluso hasta me ha gustado, salvo por el final. No quiero hacer ningún spoiler pero es un final que por muy bien que hayan hecho la trama e hilado el argumento, no tiene sentido y para mi gusto estropea la película. Quizás me gusten demasiado los finales felices, puede ser. Pero ha estado bastante bien dentro de lo que cabe y ver el culo del protagonista ya merece el precio de la entrada, a día del espectador que conste.
Y así, tras numerosas actividades y risas he llegado a casa, le he enseñado el búho a mi madre y me ha dicho: ¿tanto tiempo fuera y lo traes sin acabar? Hija, eres igual de lerda que cuando eras pequeña.
Pues mira sí mamá, tienes razón. Soy tan perfeccionista con cada detalle que siempre llegaré tarde y nunca acabaré lo que me propongo.
Entonces la canción que esta mañana iba tarareando por la calle ha sonado en la televisión...
"I used to rule the world, seas would rise when I gave the word...."
Me he sentado al sofá, he cogido un par de onzas de chocolate y he empezado a tararearla mientras movía los pies bajo la mesa y he pensado en que adoro estos días en los que tu mente no para de crear y de divertirse. Seré muy lenta y lo haré mal, pero al menos lo intento que al fin y al cabo es más de lo que otros nunca podrán llegar a decir.
martes, 16 de septiembre de 2014
¿Otoño?
Otros aplauden la lluvia, como los de Alicante, que hoy decían que hacía años que no la veían.
Y a mi me ha dado por recordar, porque los días de lluvia traen nostalgia cuando la mantita del sofá con la que te cubres no la compartes con nadie.
Lo bueno de estas fechas es que al fin empiezan las series de televisión que quitaron durante las vacaciones, te da por coger los libros que tenías pendientes para leer y te metes a la cocina porque ya no da pereza encender el horno.
Esta tarde cuando he salido a dar una vuelta pensaba en todo lo vivido estos últimos meses. Locuras la gran mayoría, pero de las que siempre sacas anécdotas y vivencias.
He conocido mucha gente nueva que con el fresquete se ha recogido y se queda en casa saliendo para siempre de tu vida, o al menos hasta que vuelva el verano otra vez.
Sí, los días de lluvia y de cambios de temperaturas son propicios para mirar atrás y pensar: pues he hecho muchas idioteces, pero me he reído de lo lindo y no me arrepiento de ninguna.
Y con los pies mojados por los charcos, porque aún no has sacado el calzado de invierno, te miras los deditos sonriendo y piensas: míralos que graciosos ahí los diez.
Entonces suena un trueno y miras hacia arriba, se aproxima tormenta.
¿Y si me mojo? Bah, qué tontería. Mojarse no sirve de nada, incluso cuando te piden que lo hagas.
A veces es más fácil mirar al frente, escuchar el sonido del trueno, contar los segundos hasta ver el relámpago y salir corriendo.
(fotografía de C.Noguero)
jueves, 4 de septiembre de 2014
¡Taxi!
miércoles, 3 de septiembre de 2014
Resquicios
Ya desde el inicio todo empezó como una aventura cuando estando sentada en el autobús camino de Madrid paramos debido a una retención de varios kilómetros causada por un accidente. El señor autobusero para evitar tal atasco decidió meterse por un desvío con tan mala suerte que justo en el último momento se nos cruzó un coche que también pensó lo mismo. Dio tal frenazo que todos nos fuimos hacia delante sin poder evitarlo y mi compañera de viaje se empezó a poner histérica. Yo la miraba y ella no paraba de respirar muy deprisa y me decía que en su último viaje al autobús se le había reventado una rueda. Estaba viajando con una persona que era gafe y encima lo reconocía.
Yo que nado en la abundancia de la buena suerte creí que sería mi final, acabar en mitad de la carretera de Móstoles sin ni siquiera haber comprado empanadillas.
Finalmente conseguimos llegar con algún traspiés que otro y un sudor de más, pero llegamos. En la estación me esperaba mi primo para acompañarme hasta el lugar donde había quedado con el resto de la gente.
Tenía que ir al cumpleaños de una buena amiga y queríamos hacer una especie de sorpresa que no salió nada bien, ya que algunas personas se nos vinieron abajo a última hora, sin embargo los abrazos y las risas no faltaron.
Nada más llegar pedimos unas cervezas y unos tintos de verano y cuando estábamos hablando de las últimas anécdotas ocurridas de repente un chico se planta frente a mi y mirándome me dice un ¡hola!
Yo puse cara de ¿pero tú quién eres y por qué me conoces? Y lo que es peor de todo es que como no sabía quién era encima se lo dije tal cual. La cara del muchacho era algo así entre odio y risa. Cuando mi amiga me dijo por lo bajini que posiblemente fuera el chico con el que había quedado y que no conocía en persona fue cuando me acordé y entonces todo encajó.
A partir de ahí ya todo fueron risas, el chico se sentó a mi lado y estuvimos hablando bastante tiempo. Llegó el momento de sacar la tarta de chuches y los puros de chocolate para todos los fumadores. Pusimos las velas y empezamos a cantar el cumpleaños feliz.
A nuestro cántico se unió el de todos los allí presentes que nos hicieron unos coros perfectos. Nos quedamos con ganas de seguir cantando y pese a estar medio afónicos nos dirigimos a un karaoke a darlo todo. Y así, sin más y entre risas y alguna copa de menos, porque no hubo ninguna de más, y unos chupitos, elegimos canciones.
La cumpleañera me pidió que cantara con ella una canción de Chenoa de la que yo no tenía ni idea, porque el cancionero español y yo estamos reñidos, pero el "atrévete sedúceme" acabó conquistándome y con unos movimientos sensuales y mirando a los ojos a las personas adecuadas siempre hace que la noche tome un rumbo divertido y acabes queriendo más.
Hicimos bastantes tonterías y jugamos a desinhibirnos entre desconocidos prometiendo volver a quedar para repetirlo. Y es que siempre es muy divertido conocer gente nueva con la que disfrutas y acabas compartiendo momentos que siempre se quedarán guardaditos en alguna parte de ti.
Regresamos a casa tras mucho andar y con las plantas de los pies totalmente doloridas y un ligero te echo de menos susurrándote en la nuca me puse un pijama demasiado corto y me acosté en una cama que no era la mía. No estaba sola, un pequeño peluche verde me acompañaba y sonriendo me decía que había sido una noche estupenda y que por él repetiría.
Sólo dormí tres horas y desperté un tanto agitada, no era mi cama ni mi lugar pero allí estaba. Igual no dónde imaginaba pero sí donde debía.
Al bajar las escaleras con mis tacones de la noche anterior y enseñando el cachete porque el pijama no daba para más, me encontré con las sonrisas de mis amigos, con su saber escuchar y sus consejos a las 10 de la mañana.
Tras desayunar leche con cereales mientras debatíamos entre lo que está bien y está mal, organicé mi marcha y llamé a un taxi.
Por lo visto la zona era complicada de encontrar y el señor estuvo dando unas vueltas hasta encontrarme, cuando lo hizo departimos por el camino sobre esas anécdotas de los taxistas y me contó que la zona por la que me encontraba no es que fuera muy propicia para según qué cosas pero sí para muchas otras. Sin querer entrar en muchos detalles llegué a mi destino, miré a lo lejos y pensé que había sido un gran fin de semana.
Y poco a poco te vas olvidando de que hay veces que se sufre innecesariamente, que las sonrisas entre amigos siempre merecen la pena, que conocer gente nueva nunca es malo y que la vida son 365 días al cabo del año.
Desde aquí mi felicitación a mi amiga Bea y decir a los demás que me acompañaron un gracias por las sonrisas y los momentos vividos. ¡Hasta la próxima, sea cuando sea!
miércoles, 27 de agosto de 2014
Las Aventuras de Brocolín
Sé que mi mami estuvo muy pendiente de mi en todo momento, llamó varias veces a la oficina preguntando cuándo llegaría, pero me tenían en un rincón de la furgoneta y fui el último en llegar a mi destino.
Cuando al fin llegué a casa tanto mi madre como los abuelitos me dieron la bienvenida.
Todo era nuevo para mi, la casa, cómo me miraban y el no saber dónde ir o qué hacer. La primera noche llegué muy cansadito de mi viaje y mi mami me sentó a la mesa con toda la familia y me puso un vasito de leche con galletas para cenar.
El abuelito me miraba raro, pero luego se ha ido acostumbrando a verme por la casa. Yo le sonrío siempre, quiero caerle bien. La abuelita es maja, se ríe cada vez que me mira y me cuida cuando mami no puede llevarme con ella.
Por las noches mami siempre me cuenta un cuento antes de dormir, yo le traje uno muy divertido y antes de cerrar los ojitos me lo lee y se inventa juegos.
Me encanta que me arrope con la sábana y me de un besito antes de apagar la luz.
Por la mañana me despierta pronto, mami tiene que trabajar y yo tengo mucho sueño. Algunas veces me deja dormido y me quedo con la abuela y otras me lleva con ella.
A mi me encanta pasear con mami, se ha comprado un bolso especial para llevarme por la calle y que pueda respirar bien. Además ahora en verano hace mucho calor.
El sábado pasado me enseñó la ciudad donde vivimos ahora y me llevó a jugar al parque con los columpios. Me lo pasé pipa. Los niños que allí estaban querían cogerme pero mami me salvó. Gritan mucho y no me gusta. Los mayores miran a mi mami como si estuviera haciendo algo raro pero a ella le da igual, le encanta jugar conmigo.
Después del parque fuimos a dar un paseo, me enseñó el Tajo, es muy bonito. Yo no habia visto un río y un puente tan grande.
Y como premio por todo lo que anduvimos nos sentamos en una plaza muy bonita y estuvimos comiendo chuches, pero sin azúcar, que mami dice que se me pican los dientes si las como. Y yo le hago caso.
Me gusta pasear con mami porque me cuenta muchas anécdotas e historias de su vida. Cuando nos sentamos en el banco me contó que no hacía mucho conoció a un chico y estuvieron allí sentados. Se le pone una sonrisilla muy bonita cuando me dice esas cosas, pero me da penita cuando la noto triste, creo que echa de menos personas pero no me lo quiere contar porque dice que soy pequeñito para algunos temas y no los entendería.
El domingo nos levantamos tarde y ayudé con las tareas. Mami me hizo un chisme para limpiar el polvo y me pasé toda la mañana estornudando.
Lo que más me gustó fue cuando me llevó a la bañera con ella. Me puso un gorrito de ducha y yo la miraba mientras se frotaba con la esponja, olía a miel y era muy bonito verla con su piel mojada. Cuando salimos del agua ella se puso su albornoz y a mi me envolvió con una toalla de mi tamaño. Es muy dulce conmigo.
Por la tarde vi una película en el sofá con ella, le gustan las pelis románticas y las de miedo. Yo me río mucho cuando veo la expresión de su cara.
A última hora me dijo que iba a ir a misa a acompañar a la abuelita y me llevó con ella. Yo no entendí mucho de lo que allí se habló. Mami me sacó del bolso para que escuchara lo que un señor decía mientras todos estaban en silencio, pero una monja nos miró y mami tuvo que guardarme en el bolso de nuevo.
No creo que me vuelva a llevar a la Iglesia, pero bueno, yo sólo quería ir a tomar helado que me lo prometió, y cuando salimos fuimos a la mejor heladería y me compró un cucurucho enorme de helado de melón. Estaba muy rico.
Estuvimos dando una vuelta por el parque y me hizo muchas fotos para tenerlas de recuerdo. Había muchas personas por allí que nos miraban pero a ella le daba igual, incluso un amigo suyo estaba con su novia sentado mirando la casita de los patos mientras me hacía las fotos y no le importó que la llamasen loca.
Mucha gente se lo dice y yo no entiendo porqué. Pero como veo que es feliz pues yo también lo soy.
Me enseñó a beber agua de la fuente, se me vertía por todos lados pero me refresqué y me gustó aprender.
Llegué a casa sin ganas de cenar, asi que me puse a ver Cuarto Milenio con mami. Apagó las luces y me asusté un poquito con lo que cuentan en ese programa pero ella se reía mucho y aunque me daba un poco de miedo el señor de la tele, al final me gustó.
Los lunes no son el día favorito de mami, siempre le pasa algo que hace que se enfade o se sienta triste. Yo trato de hacer que sonría pero es complicado. Sin embargo y aunque le pasen muchas cosas malas, siempre acaba sonriendo.
Por lo visto el lunes es el día del espectador en el cine, yo nunca había ido y como quería saber lo que era ver una película en grande pues mami me llevó con ella. Nos invitó un amiguito suyo muy majo. La llamó loca cuando me vio pero ella se rió tanto que el chavalito acabó sucumbiendo a su risa. La verdad es que a mi también me enamora cuando se ríe con ganas.
Me compraron un cubo de palomitas para mi solo y me senté en medio de mi mami y su amigo para ver bien la película. Así cada vez que él quería decirle algo a ella yo me enteraba de todo. Soy un poco cotilla.
Fuimos a ver una película muy divertida, Los guardianes de la galaxia. Fue genial, por primera vez me enamoré de una chica, se llamaba Gamora y era verde como yo, tenía un culito impresionante y unos labios muy bonitos. A mi mami le gustó el mapache, que era muy gracioso también.
Cuando salimos del cine el amigo de mami quiso invitarla a tomar una copa y nos fuimos a un sitio muy chulo. Yo no bebí nada pero sólo con el olor casi me caigo de espaldas.
No estuvimos mucho tiempo porque había que madrugar así que mami y yo nos fuimos para casa. No quiso que su amigo la acompañara así que yo fui hablando por el camino con ella sobre la peli.
Hubo un momento en que se quedó parada delante de un restaurante que estaba cerrado. Yo no entendí nada pero sus ojos estaban muy tristes y no quise preguntar. Supongo que allí había vivido algo y al verlo cerrado se entristeció, no lo sé.
Al día siguiente fui de compras con mami al supermercado. Me subió en un carro y me enseñó a comprar cosas sanas. Compramos pescado, carne, frutas y verduras. Le gusta cuidarse mucho y a los suyos también.
Por la tarde me trajo una amiguita para que jugara con ella. Se llamaba Coliflorcilla, era un poco repipi con su lacito verde en la cabeza y olía un poco raro, pero no le dije nada. Me lo pasé muy bien jugando con ella a lanzarnos la pelota.
Por la tarde me fui con mami de nuevo. Su amigo del cine la llamó para tomar unas cervezas y decidió llevarme con ella, estuvo haciendo la cena para que la abuela no tuviese que preocuparse por cocinar y luego marchamos.
Nada más llegar el camarero nos miró mal y vio extraño que pidiera tres bebidas y tres pinchos. El amigo de mami se reía, hasta que se encontró con unos amigos suyos y trató de ocultarme tras la carta del bar. Eso no me gustó nada.
Me tomé unas cervezas con mami, me dijo que yo era muy pequeño para tomármelas enteras y es cierto, porque bebí muy poco y acabé bastante mareado. Menos mal que nos llevaron en coche a casa porque tenía la tripita regular.
La verdad es que no recuerdo muy bien lo que hice, estaba un poco perjudicado pero bueno...
Al día siguiente me desperté con dolor de cabeza y no me encontraba muy bien. Tuve que quedarme en cama toda la mañana. No vuelvo a tomar cerveza.
A la hora de comer me llevé un disgusto enorme, la abuelita había cocinado a Coliflorcilla y había hecho una tortilla con ella. Lloré un poco y me puse triste. Mami me dio tinto de verano y se me pasó un poco la congoja.
Ya por la tarde me puse las gafas de sol y cogí un bolsito con piruletas y me fui con mami a ver la zona antigua que me gustó mucho.
Me gusta ir con mami de la mano. Nos pasó algo gracioso y es que cuando estaba conmigo se encontró con un ex novio que estaba con su mujer y su niño. Se quedó parada un momento y no supo qué hacer, luego alzó la cabeza y siguió caminando como si nada. Mi mami es lo más.
Cuando llegué a la cama estaba reventado y sólo quería dormir. No hizo falta ni que me contase un cuento, me quedé dormidito antes de contar hasta tres.
Hoy ha sido un día muy importante para mi. Esta mañana he acompañado a mami a Hacienda. Ha sido divertido porque me han pasado por un escáner, ha sido como mi primer rayos X y cuando veía a mami reírse por la cara del segurata pues yo también me he reído.
Luego me ha puesto encima de la mesa de un funcionario mientras esperábamos que éste llegase, y al venir nos ha mirado sin saber qué decir. Mami con mucha paciencia le ha explicado al señor el problema que tenía, éste a su vez no se lo ha resuelto y nos ha enviado a otra administración, entonces ella me ha cogido, nos hemos mirado, hemos mirado al funcionario a la vez y nos hemos despedido.
Me he reído mucho la verdad.
Por el camino hemos pasado por varios colegios y mami ha aprovechado para preguntarme cuál me gustaba. Por lo visto tengo que matricularme para empezar a estudiar el mes que viene.
Yo he elegido uno con un patio muy grande, había muchos niños que estaban jugando sin camisetas, pero a mami no le ha convencido y me ha llevado a otro.
Era un colegio bilingüe, y según ella era el mejor para mi educación. Yo prefiero que sea ella la que me enseñe pero es verdad que me gustaría ir a un cole y estar con más niños.
Sé que soy diferente pero no por eso dejo de tener sentimientos y querer aprender más cosas. No me gusta ver que unos niños se meten con otros por ser de otro color y por eso sé que será complicado que me acepten pero soy fuerte y lo lograré.
Esta tarde mami tenía mucho trabajo y me ha llevado un amiguito a casa. Se llama Repollito. Es majo, pero ha estado toda la tarde atusándose el pelo y hablando con el móvil.
Apenas hemos jugado así que me he dedicado a mirarle y pensar en lo mucho que se parece a Justin Bieber.
Hemos cenado todos juntos, mami ha hecho brocoburguers y me han gustado mucho. Me encanta ver a toda la familia reunida mientras cenamos.
Los abuelos ya se ríen cuando me ven en la mesa e incluso el abuelito me sirve agua en un vasito de mi tamaño que han comprado para mi.
Han sido días de muchas aventuras desde que llegué, y sé que viviré muchas más porque me siento muy feliz en mi nuevo hogar.
Por eso ahora voy a dormir y a soñar ... ¡sonreíd siempre!
Besitos, Brocolín.