miércoles, 31 de diciembre de 2014

¿Resumimos 2014?

Llegadas estas fechas me gusta hacer un resumen de lo que ha sido mi año. Y supongo que lo más fácil es comenzar desde atrás hacia delante por eso debo comenzar diciendo que quizás, y digo quizás porque no es del todo seguro, este sea el último post y no solo de este año.
Para el 2015 no he hecho ninguna lista y es probable que no haga ninguna, no espero nada de este año y tampoco espero conseguir nada, simplemente lo que vaya surgiendo con el paso de los días.

Hace un año estaba sentada en la mesa de una cafetería con unas amigas y entre risas escribimos los deseos para el 2014 en unas servilletas, supongo que mi servilleta la utilizó alguien para posar su vaso de cerveza porque a día de hoy aún no se me ha cumplido ninguno. 

Ayer por primera vez en mucho tiempo fui feliz, pero apenas me duró tres horas. Me llamaron para que comenzara a trabajar en un puesto que me gusta mucho y lo mejor de todo es que al ir a visitar la oficina tenía allí un conocido al que hacía años no veía y al que me alegró ver, en cierto modo porque estaba bastante cambiado para mejor, y eso implicaba ir a la oficina con alegría y de buen talante.
Apenas estaba dando saltitos de la emoción cuando me volvieron a llamar comunicándome que la vacante se había cancelado.
Y así amigos es cómo podría resumir este 2014.

Un año que cuando he creído tener algo entre las manos me lo han arrebatado. Sí, he reído bastante, pero lo cierto es que también he llorado mucho. Y si pusiera risas y llantos en una balanza no sabría decir cuál pesaría más, y eso me duele.
Soy una persona muy positiva, siempre lo he sido pero llega el 31 de diciembre y te pones a hacer cálculos y te das cuenta que han sido 365 días de los que apenas queda nada. 

Si algo destaco de este año son las personas que se han quedado conmigo, que han aguantado mis lloros cada noche cuando me iba a dormir, las que me han dado los buenos días con cada amanecer, las que se han reído con mis locuras, las que me apoyaron cuando decidí enfrentarme a algo o alguien, las que me hicieron renacer sentimientos que creía muertos y a la vez volvieron a matarlos, las que me provocaron que fuera fuerte con cada soplo de ánimo... 

Desde aquí quiero mandar un saludo a mi familia, con los que no he podido pasar las fiestas debido a la operación de mi padre y su posterior convalecencia. 
Este año no podré seleccionar las uvas más gordas para mi tía y ver cómo se atraganta entre uva y uva mientras yo me río y hago fotos, así como no he podido cenar en Nochebuena y comer en Navidad con ellos. Otro año será. 

Quiero saludar a mis amigos, a los que les ha tocado la lotería y en especial al que compró un décimo de El Gordo de Navidad y que días antes no paraba de quejarse que en su trabajo le pagan poco para lo mucho que hace. Me merezco que me invites a unas cuantas cañas por aguantar tus lloros. 

Saludo a mi amor canario, hemos compartido tanto en este año que se me haría imposible resumirlo pero seguro que ella tiene alguna foto brócoli para este momento. Sin tu apoyo nada hubiera sido igual. Espero poder coger algún día la guagua que me lleve hasta ti. 

Al friki, por tantas cosas y tan buenas, por ese abrazo y sus te quieros constantes y sinceros. Por su ayuda tecnológica, por sus rarezas varias que me hacen sonreír y enfadarme a partes iguales. Y por compartir tantos momentos. Ojalá otro de esos abrazos este año mirándonos a los ojos.

A mi dulce Bea, la de las mejillas sonrosadas y pechotes asombrosos, la que cada vez que la visito me compra bombones sin azúcar y me presta su casa para que llore mis penas, la que escucha y escucha sin rechistar y viene a verme para traer la lluvia y su sonrisa. Quiero ese arco iris que me muestras cada día. 

A mi grupo de siempre, la chupipandi, en especial a mis chicas porque ellos van en otro saco, a mi Toqui, Cris y la mariposilla que sobrevuela, es que vosotros siempre estáis ahí, dando por saco, haciéndome reír y cabrearme a ratos. A ellos y a ellas, por permanecer. 

Y ese animal bonito que apareció de repente, trotando y cuyo tono rosa me llenó de color mi vida. A mi pony y su gente, los que me prestaron ayuda para intentar lograr un sueño que no fue posible. Gracias por esos ratos, por esas confesiones y por la confianza prestada en alguien como yo. 

Para Ele, con un muero de amor enorme por esa capacidad de superación y volver a creer en todo, porque sin ella no hubieran tenido lugar acontecimientos que me hicieron renacer de alguna manera, te deseo toda la felicidad del mundo en todos tus proyectos. 

A mis putos, los que están, los que estuvieron y los que quisieron ser y no fueron, porque de todos aprendí que la vida se compone de momentos y que pese a que los finales no sean felices, al menos hubo un tiempo que lo fueron. 

Y a todos, a los que tengo cerca y los que estáis lejos, porque sin vosotros este año no hubiera sido igual sino que sería distinto. 

Quizás en el futuro pueda llegar a emprender algún proyecto y llevaros a todos conmigo, pero mientras tanto sólo quiero decir a la persona que tiene mi muñeco vudú que por muchas agujas que le siga poniendo el muñequito se seguirá levantando porque come brócoli a diario y eso le hace ser muy fuerte. 

                                        ¡FELIZ AÑO 2015!


viernes, 21 de noviembre de 2014

Daños Colaterales

Tengo la mala costumbre de no tener término medio, de enfadarme y no decir nada o por el contrario de soltarlo todo sin pensar en las consecuencias.
Llevo varios días que no me encuentro y el espejo apenas me reconoce.
El querer usar la empatía con todos es agotador, pero es más, tampoco sirve para nada porque al fin y al cabo la otra persona por mucho que trates de ponerte en su lugar, siempre sentirá de forma diferente a ti.
Siento que no sé lo que pretendo cuando actúo de tal forma que no va conmigo. Y no significa que no sea yo, sino que esa parte de mi tan escondida y que apenas saco, queda un tanto extraña ante los ojos de quien no me conoce desde hace años.
Estas semanas reconozco que me siento falta de cariño, y no de ese cariño familiar que se recibe a diario en algunas casas, sino del que te hace sentirte necesaria para determinadas personas.
¿Y quién no lo ha necesitado alguna vez en su vida?
Porque a diario yo me visto como si de Don Quijote se tratase, armadura y Rocinante por delante. Pero llega la noche y te pones el pijama, y es ahí cuando te haces débil.
Reconozco que quizás tomé la mano de alguien demasiado pronto sin medir las consecuencias, que me dejé llevar por la alegría e ilusión que el sentirle conmigo me proporcionaba.
Esperaba que pasara la tarde para que ya con el pijama puesto y bajo las sábanas de franela, nos contásemos nuestras aventuras matutinas. Y guardaba en mi mente alguna anécdota que no contaba en la mañana para hacerle partícipe de algo especial sólo por mí conocido.
Pero estos días de atrás en los que te preocupas demasiado por una salud que ni tan siquiera es la tuya, te das cuenta que algo pasa. Y ya no es porque puedas confundirte tú sino porque es lo que el resto de personas crean. Porque no sirve de mucho dar una opinión si no hay una mirada que la respalde. Y lo que me duele es no poder hacer bromas como antaño porque ahora todo es diferente. Porque ya nadie me cree cuando digo que no siento nada ni que nadie me altera. Y mis bromas no están bien vistas y cualquier comentario mío parece lo que nunca quise que fuera.
¿Cómo debería explicarme para que me crean si cada noche es la misma cantinela?
Ya no hablamos de pelis, de comida o de anécdotas, ahora son sentimientos que no queremos que se confundan para no dañar a nadie. Me hace gracia esa expresión, debería meter un euro en una hucha cada vez que me la dijeran.
“No quiero hacerte daño, eres muy importante para mi". Pues no me lo dirías si así fuera.
Qué bonita es la sinceridad cuando ésta no tiene réplica.
Y entonces ya todo empieza a ir mal y ya nada es lo que era. Temes hablar y que tus palabras creen un campo de minas, contar lo que sientes ya no resulta adecuado y soñar con abrazos es la última de las ideas.
¿Por qué no puedo reírme de todo y decirte que no me quieras?
Me tienes como un ser especial, yo no soy cualquiera. Por lo visto se ha de tener cuidado conmigo como si una muñeca de porcelana fuera.
Y todos insisten en lo mismo, no querer hacerme daño y sentirlo incluso sin saber si me lo han hecho.
Reconozco que a veces lloro, normalmente bajo la ducha. Pero no lloro porque me hagan sentir mal o no me quieran, hace tiempo que me convencí de que eso sería así, lloro porque no tengo oportunidad de expresarme y no se me cree cuando hablo. Lloro porque se me acostumbra a tener algo bonito y que me hace feliz y me lo quitan.
No lloro porque nadie me quiera. Las lágrimas por ese motivo cesaron hace mucho, quizás hubo meses que volvieron pero no podría asegurar que no fueran de cocodrilo. Y es que la amistad es lo que tiene, nunca puede darse nada por sentado si yo estoy en ella.
Que nadie dijo que fuera fácil, pero todos sabemos que si nos lo proponemos no tiene porqué ser tan difícil.
No sé si esto tendrá cura, se podrá hablar y mis noches volverán a contar con su presencia, lo que sí sé es que si alguien piensa que dejar de hablarme de una determinada forma puede ser la solución, es que quizás yo no sea la mejor de las compañeras.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Elecciones

De que es difícil aprender de los errores uno se da cuenta con el tiempo, cuando pasado éste y tras caer varias veces en lo mismo,  observas como todo lo que un día dijiste no volver a repetir nunca más lo vuelves a hacer, pero disfrazado con otra situación.

En estas semanas he tenido oportunidad de vivir situaciones muy distintas, a cada cual más singular. He quedado con un par de chicos que conocí de formas muy diferentes, uno de ellos incluso se me puso a llorar sin yo saber muy bien lo que ocurría.
Fui a una despedida de soltera en la que llevaba más expectativas de las que me traje.
Disfruté mucho celebrando las segundas jornadas de la tapa y bebiendo cerveza para olvidar las penas.
Comencé un curso que llevaba persiguiendo varios años y al que le puse muchas ganas para entrar, pero que a día de hoy no sé si no me equivoqué en mi elección.

Al cabo de un día tenemos que elegir tantas cosas que es inevitable irse a la cama pensando que si hubiésemos cambiado algunas, una parte de nosotros mismos hubiera sido diferente.

Llevo días anhelando un cariño que no me pertenece y tengo miedo a pedirlo y que se lo pueda estar robando a alguien.
A veces existe tal necesidad de decir te quiero con el corazón en las manos que no queda otra que escupirlo por la boca, pese a aparentar todo lo contrario.
Y es que hay personas que quizás parezcamos difíciles de acceder o incluso demos miedo con una mirada o unas palabras y sin embargo llega la noche y necesitas un cobijo bajo el que resguardarte, un te eché de menos durante el día, un veamos juntos esta película mientras sonreímos y tantas cosas más que cuando te miras al espejo no eres la misma persona que salió esa mañana por la puerta con el escudo bien puesto para evitar el frío.

Nadie nace sabiendo, al igual que nadie nace queriendo. Durante la vida todo se adquiere y poco a poco eliges a quién quieres tener a tu lado, salvo los que se marchan sin previo aviso. A esos, un saludo y buen viaje. Al resto, gracias por quedarse.

Esta semana saqué dos sonrisas, una de ellas inesperada y la más difícil todavía, la que surgió a raíz de un llanto.
Porque a veces soy así, imprevisible. Y me gusta observar a las personas y devolver el cariño que cada día me demuestran, pese a no poder abrazarnos asiduamente. Y llorar está bien, limpia los pulmones y te deja como nueva, pero está mejor reír. Si para ello tengo que cantar la canción de la abeja maya la canto.
No hay cosa que más me alegre que provocar felicidad en alguien, por muy efímera que ésta sea.

Hoy desperté asustada, anoche tuve una pesadilla terrible. Cuando llorando y sin apenas respirar fui corriendo al baño a echarme agua fría en la cara, justo a la misma hora mi madre hizo lo mismo. Nos encontramos en el pasillo, yo con los ojos rojos y ella aterrada como si viera un fantasma. No quiero saber el significado pero he tenido miedo durante toda la mañana. Yo que no me asusto fácilmente hoy temblaba por lo que mi mente había imaginado.
Y es que es difícil vivir a veces, se nos presentan circunstancias que no controlamos y nos vuelven asustadizos, temerosos e incomprendidos. Pero hay que seguir, sea cual sea nuestro destino. 

viernes, 10 de octubre de 2014

Llorar mientras llueve

Me canso de hablar de negatividad y de que todo sale mal así como también me canso cuando todo va bien y la felicidad lo inunda todo.
Y es que no hay término medio en la vida, las cosas no pueden ir "normales" con lo que conlleva esa palabra, sino que o todo va bien o va mal, pero ahí va.

Al final me reiré, posiblemente, pero a día de hoy la salida la veo complicada y las risas se quedan ahogadas en la garganta entre un nudo de lágrimas del cual es complicado deshacerse.

En realidad no sé ni qué decir, ni de lo que hablar, no me apetece reír y apenas me quedan lágrimas que llorar. A cada paso que doy siempre voy por detrás, algo me adelanta y no lo veo venir, a veces creo que llevo los ojos tapados y por eso no lo veo, como en tantas ocasiones me sucede.

Y a esta situación el tiempo no acompaña, llueve y llueve y no para de llover creando enormes charcos en el camino que cuando no te das cuenta ya te han ensuciado los zapatos.

¿Qué queréis de mi? Preguntaba hoy. He dado todo cuanto tengo, sólo falta mi corazón hecho pedazos, mi hígado más o menos bien conservado y mis pulmones sanos. El resto no sirve para nada. Mi páncreas no funciona, mis ojos apenas ven, y los intestinos contienen mierda y brócoli por partes iguales.

Sí, ya no me hago gracia ni a mi misma, todo me resulta cuesta arriba y en ocasiones hasta me miro al espejo y me veo guapa cuando mis ojos no paran de llorar.
No consigo animar a nadie porque no tengo cuerpo para animarme a mi misma, intento distraerme y por el contrario lo que hago es complicarme la vida.
En ocasiones me ilusiono con algo pero tal y como indica la palabra se trata de una mera ilusión que se desvanece en cuanto intentas atraparla.

Hace años me hubiese reído de todo, hoy apenas me quedan fuerzas para soportar las injusticias que me va deparando la vida.
¿Qué te ocurre? me preguntan, y apenas sé cual es la respuesta correcta. ¿Qué no me ocurre? Eso sería lo más acertado.

Y por muy mal que lo veas sigues ahí, como un jabato, luchando y sacando fuerzas, aunque por dentro se te rompa el alma. Saldremos de ésta, me digo a mi misma. Hablo con mis amigos y cuando les escucho decirme lo mucho que me quieren se me vuelven a llenar los ojos de lágrimas, como ahora, mientras escribo.
Hacía tiempo que no lloraba tanto, y sin embargo creo que todavía me quedan lágrimas que sacar.

Anoche tuve un sueño extraño. Me encontraba en una oficina junto a alguien que un día tuvo a bien pasar por mi vida. Él trabajaba en su ordenador y yo estaba sentada a su lado mirándole embobada, como si todo fuera bien. En un momento dado le pregunté si había mirado dónde nos íbamos a ir de vacaciones y muy seco me respondió que tenía trabajo que hacer. Entonces llegó su jefe y yo me alejé.
En la mano traía un par de calcetines, cada uno diferente, ambos blancos y calados como los típicos que se les compran a los niños de comunión. Le pude ver la cara al jefe, al cual no conocía de nada, entonces él me habló. Me dijo que debía encontrar las parejas de tales calcetines e incluso que debía ir a la comisaría de policía más cercana a poner un anuncio de "se busca".
Pese a lo ridículo de la situación yo estaba totalmente seria, al igual que el chico que estaba a mi lado. Él siguió a sus cosas y su trabajo y entonces, cuando fui a coger los calcetines, el despertador sonó.

No tengo ni idea de lo que significa y creo que tampoco quiero saberlo. Lo que quiero es que determinadas personas desaparezcan de mis sueños al igual que lo hicieron en mi vida.
Porque es muy duro saber que conocen tu estado de ánimo y ni siquiera te pregunten cómo estás. Personas que se consideran tus amigas o que dijeron un día que eras importante en sus vidas.

Y yo me pregunto: ¿A quién confiamos nuestros secretos? ¿A quién nuestras vidas? Entonces sigo llorando, me echo agua en la cara, me miro al espejo, sonrío y vuelvo a salir a las calles inundadas por la lluvia.

No me importa que no te importe mi vida, cada cual es dueño de actuar según su conciencia le dicte. Pero cuando estuviste ahí para alguien y esa persona no te da ni un minuto de su vida, para mi la relación contractual acaba en ese mismo instante.

Gracias amor, gracias por ayudarme estos días. Porque pese a la distancia has sabido estar, has sabido sacarme sonrisas, has sabido entenderme y sobre todo porque me has aconsejado en cada aspecto de mi vida.


lunes, 6 de octubre de 2014

¡Mierda!

Hay días de mierda y mierdas en nuestros días. Te levantas pensando que será un lunes más con las típicas preocupaciones y de repente te encuentras llorando a lágrima viva en el baño de una administración y echándote agua en la cara para que nadie se de cuenta.
Y es que no puedo con todo, por más que lo intento a veces la vida me supera y esto es así porque la mierda que se esconde en los rincones más ocultos siempre acaba saliendo y entonces la pelusa se vuelve cada vez más y más gorda hasta que te topas de bruces con ella y o la desintegras con un lanzallamas o convives con ella.
Vale, no sé muy bien que tiene esto de símil con la vida y con lo que hoy ha acontecido en la mía pero lo que venía a decir es que la mierda ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.

Llevo varios días intentando creer en la justicia y cuanto más lo intento más me doy cuenta que ésta sólo está hecha para los ricos, el resto de ciudadanos de a pie raramente tenemos ocasión de olerla.
Y lo veo casi a diario cuando en las noticias veo tantos fraudes y tantas personas que con sus tarjetas opacas o translúcidas nos quitan lo que es nuestro, de todos y mientras tanto los que tratamos de hacer todo legalmente, te encuentras con que no sólo tienes que hacerlo bien sino incluso mejor, y no sabes de dónde viene tanta ley y normativa y te encuentras desprotegido porque nadie se encarga de informarte y tienes que aprender por ciencia infusa.

A mi me viene grande, como me viene grande la vida en general, porque yo no puedo ir luciendo mi sonrisa tanto como quisiera o hacer posible cada uno de mis sueños, porque no me dejan. Y hay mil frases posibles para decirme en estos casos desde el tú puedes, inténtalo y vales mucho hasta cuenta conmigo para lo que sea. Pero no puedes contar con nadie, te encuentras sola en un mundo desconocido y tiras de amigos y preguntas cuál es la salida, pero pocas veces se ve el hueco por el que asomar el hocico. Mientras ves que todo tu mundo se desmorona, que todo aquello que se construyó con mucho esfuerzo corre peligro, te fijas en que son precisamente las personas a las que un día tendiste la mano las que ahora te ponen la soga al cuello y encima apretando.

Desconfiar de la raza humana es algo que últimamente vengo haciendo, porque no me sirve de nada dar mi brazo cuando quieres arrancarme la mano y dejarme inutilizada para toda la vida. ¿Para qué? me pregunto a diario.
Muy sencillo, porque las circunstancias mandan y porque en una época en la que la mierda se convierte en caviar, el destrozar la vida de quien te dio de comer se convierte en un gesto heroico para quien lo logra y a nadie le importa girar la cara en una calle para hacerse el desconocido.

Sí, la vida es injusta y una mierda. Tiene muchas cosas bonitas, pero cada día me cuesta más verlas.

Al acabar el día y salir de la reunión que puso un poco de luz a mis horas, me tropecé con una bonita mierda. En la misma acera camino de mi casa una mierda ya un tanto seca se interpuso a mi paso y lejos de quejarme al dueño invisible del animal, decidí observarla durante un rato.


A mi me parece una bonita mierda, he pensado, ya no sólo por la forma un tanto extraña de L complicada, sino por la pluma que lleva incorporada.
Quizás cuando el dueño del animal, que tuvo a bien descargar sus necesidades ahí mismo, se olvidó de recoger tan preciado elemento, un ave sobrevolaba la zona y dejando caer una de sus plumas quiso ponerle alas para que saliera volando. Pero todos sabemos que las mierdas no vuelan y que si nadie las recoge siguen ahí para siempre.
De hecho posiblemente esa mierda siga estando mañana, al igual que nosotros y lo mismo que el resto de mierdas que nos rodean en nuestra humilde y preciada vida.
No se trata de darles patadas sino de apartarlas con cuidado y esperar que lo que tú haces por un bien común, algún día se vea recompensado. El karma lo llaman, yo lo llamaría justicia si siguiera creyendo en ella.

martes, 30 de septiembre de 2014

Sustitutos

Nos pasamos la vida entera conociendo a personas nuevas. De algunas te enamoras desde un principio, por todo lo que son y lo que te dan, otras simplemente pasaban por ahí. Las primeras cumplen una función primordial, convertirse en gente que crees que nunca te fallará y en la que pones toda tu confianza y tus sentimientos. Con el paso de las circunstancias, porque el tiempo aquí es lo de menos, te das cuenta que aquellos que un día fueron importantes van desapareciendo y da rabia pensar que la única opción para remediar ese dolor sea poner un sustituto. 
Sí, aquello de la mancha de mora con mora se quita y el clavo que saca a otro claro. 
De repente estás dolida por una pérdida y ves una lucecita al final del túnel y te aferras a ella como si no hubiera otra cosa. En ese momento es lo mejor que te puede pasar y decides ponerte en bandeja para evitar pensar en lo que aún te causa daño. Pero esa persona que está ahí ayudándote cada día y haciéndote reír no es para nada alguien que necesites, ni tan siquiera que quieras tener a tu lado. 

Estás intentando crear una media naranja de lo que posiblemente sólo sea un gajo de mandarina. 

Pasan los días, los meses y cuando acaba el verano, se enfrían las ideas y todo vuelve a su calma, te das cuenta de que no has hecho nada bien. De que es imposible que una mancha de mora se quite con otra porque lo que haría sería dejar una mancha más profunda o que no tiene sentido sacar un clavo con otro porque no hace palanca. Y para todo ello no hay que ser físico sino tener sentido común, algo de lo que yo personalmente carezco cuando veo que mi mundo interior se tambalea. 

Y cuando llegas al final de ese camino donde ya no hay carretera y no te apetece ensuciarte las zapatillas con el polvo, es cuando te planteas todo lo que hiciste anteriormente y sabes de sobra que lo viste venir, pero no realizaste nada para evitarlo porque en ese momento te convenía tenerlo, y luego ¿qué? Para acabar más lejos que al principio. 

Pues me siento mal, no sé si porque sé que he utilizado a alguien o simplemente por el hecho de haber ido dejando tanto tiempo cuando hace meses que sabía que no iba a funcionar. 
Lo bueno de esta historia es que creo que esa ausencia de feeling no sólo ha sido por mi parte sino que ha sido recíproco, porque es algo que se nota, o al menos yo lo noto desde el minuto uno de conocer a alguien, por sus gestos, sus palabras o la forma en que se expresa ya sabes si esa persona va a ser parte de tu vida o va a durar lo mismo que dura un brócoli en mi cocina. 

Hay una película llamada "Los sustitutos" en la que sale Bruce Willis donde las personas pueden adquirir robots que son clones perfectos y que acaban asumiendo sus roles, de tal forma que la persona real puede controlar lo que hace su otro yo desde el sofá de su casa y al final se acaban preguntando quién es real y en quién se puede confiar. 

¿Confiamos nosotros en los que nos rodean? Igual en un futuro todos estos robots nipones que vemos en los telediarios adquieran capacidades suficientes para hacer lo mismo que nosotros y así evitarnos sufrir. Ir al trabajo por nosotros, relacionarse con otras personas por nosotros... todas esas cosas que a la larga pueden dolernos. Y mientras tanto nuestra vida sería como el show de Truman pero controlado por nosotros mismos desde nuestro sofá. 
¿Aburrido verdad? 

Supongo que debemos aprender de nuestros errores, considerar que no somos perfectos para nadie ni nadie es perfecto para nosotros, que cada uno de los fallos que cometemos se nos queda grabado y eso hace que aprendamos o simplemente que cuando sigamos equivocándonos al menos reaccionemos a tiempo, que si utilizamos a alguien no sea sólo por el propio beneficio sino que al menos sea consensuado. 

Todo esto no hará que nuestra vida sea mejor ni que dejemos de sentir dolor pero mientras encontramos la forma de pensar con la cabeza dejando atrás el corazón igual sirve para entretenernos de la vida. 

sábado, 27 de septiembre de 2014

Gripes y otros cuentos

Ayer pasé muy mal día. Por la mañana desperté regular y tenía un poco de fiebre, pero la cosa empeoró cuando empecé a vomitar todo lo que comía y un tremendo dolor en el pecho apenas me dejaba respirar. A eso de las cuatro de la tarde y tras tomarme la temperatura por décimo novena vez y meterme en la bañera con agua medio fría y ver que había superado los 40º C de temperatura, tuve que ir a urgencias. Allí estuve esperando un buen rato puesto que obviamente no tenía prioridad ni era un caso grave. Al cabo de una hora y tras empezar a hablar yo sola con las paredes, una enfermera vino a buscarme y me metió en una sala donde empezaron a auscultarme. Cada vez que respiraba fuerte, un ruido dentro de mi como si fuera un gremlin que quería salir, se oía a través del fonendoscopio del médico.
Me toman la temperatura, 40´5ºC y me dicen que por qué he venido tan tarde y si me había tomado algo. Pues verá, yo creí que se me bajaría y es que lo de meterme un supositorio no lo veo, de hecho el último me lo puso mi madre y era pequeña, a partir de ese momento dije que por el culo no y hasta ahora. El médico que era un hombre serio y con mirada perdida me miró y se echó una sonora carcajada.
De acuerdo, me dijo, nada de supositorios, te vamos a pinchar nolotil inyectable para que te baje la fiebre y te dejamos en observación a ver si en una hora o así no te sube.
El dolor del pecho es lo que me preocupa, vamos a hacerte unas placas para descartar neumonía y bla bla bla... ya no me enteré de nada más.
Un celador bastante guapete me subió a una silla de ruedas y yo misma le miraba mientras me paseaba por los pasillos y pensaba: lo mal que debo estar para no estar tirándole los trastos a este buenorro...
Y ahí, me tiré un buen rato con las tetas al aire entre las placas y las auscultaciones y no sentí nada, era como estar drogada. Luego me llevaron a la sala de observación y allí estuve tirada otro par de horas viendo pasar gente.
Cuando volvió el médico y me miró con cara seria giré la cabeza y le dije: ¿es ébola verdad? El médico se echó a reír de nuevo y me dijo, tranquila que no tienes ni neumonía. En realidad lo que tienes son mocos. Así que o los echas o te seguirá doliendo el pecho. Te mandaré un medicamento para la fiebre por si te sube y otro para que expectores, y como no te podemos poner suero te vas a casa e intentas cenar algo ligero. Le miro muy seria y le digo: ¿brócoli al vapor?
El médico con cara de incredulidad mira a la enfermera y le dice: por favor, comprueba de nuevo la temperatura de esta chica antes de que se vaya. Y así lo hicieron, tenía 37ºC así que lo que hablaba ya no eran delirios y es cuando dije: es que soy así doctor. Y me dieron el alta no sin antes aconsejarme que cenase algo ligero, un poco de jamón de york o una tortilla francesa, nada de brócoli o verduras fuertes. Casi lloro.

Llegué a casa y miraba con pena como mis padres se comían las croquetas de brócoli que habían sobrado y yo tomaba una triste ensalada con un par de filetitos de jamón de york.
Tras la cena y por las drogas me quedé traspuesta en el sofá, pero luego se me hizo complicado coger el sueño y me puse a leer cuentos que tenía escritos. Me encontré con uno que me gustó mucho cuando lo escribí, lo volví a leer y los recuerdos volvieron a mi y el sueño...

TORMENTA

Había una vez un niño que le tenía miedo a las tormentas. Era muy aprensivo y asustadizo y el mal tiempo le ponía muy nervioso. No le gustaba mucho salir de casa los días de lluvia por miedo a que un rayo pudiera caerle encima.
Cuando hacía un día gris se encerraba en su cuarto y se ponía a dibujar. Esos días su cuaderno se llenaba de colores, verdes, rojos, amarillos y violetas. Todo para convertir el día gris en un gran arco iris.

Un día estaba en la oficina de correos esperando para enviar un paquete, cuando de pronto estalló una gran tormenta. No podían salir porque la lluvia era intensa y la mayoría de los que allí estaban no habían traído paraguas.
Él empezó a ponerse nervioso. Estaba lejos de su casa y se puso a temblar. Se sentó en un banco esperando que amainara la tormenta y con los ojos llorosos miraba hacia el suelo tapándose los oídos cada vez que un trueno sonaba.
Una chica que esperaba que la atendiesen se dio cuenta y se sentó a su lado.

- ¿No te gustan las tormentas? le preguntó la chica.

Él alzó la cabeza y la miró sorprendido. Una joven con una sonrisa preciosa estaba hablando con él. ¡Rápido! Contesta algo se dijo.

- Ah...
- ¿Cómo? dijo ella mirándole extraña.
- Que digo que las tormentas me ponen triste, tanta lluvia y este tiempo... no, no me gustan.
- ¿A qué has venido a correos? preguntó ella.
- Iba a mandar un paquete.
- ¡Yo también! ¿Qué coincidencia verdad?
- Bueno... esto es correos.
- Sí, ya lo sé. Y lo que hay detrás de la puerta sólo agua. Me refiero a que podrías haber venido a recoger algo o mandar una carta o a pagar una multa por ejemplo.
- Pues no.
- ¿Hablas poco o es sólo que te da miedo la tormenta?

Sin darle tiempo a responder la chica cogió ambos paquetes y se los dejó al de la ventanilla diciendo que los guardara un momento. Agarró al chico de la mano y lo sacó a la calle.

¡Vamos a correr bajo la lluvia! Le dijo sonriendo.

Él asustado sólo se dejó llevar. Aquella chica parecía estar loca y no quería llevarle la contraria.

- ¿Hace cuánto no haces algo por primera vez? Preguntó la chica con cara de picardía.
- Mmm no lo sé, no lo recuerdo.
- Yo nunca he salido de la oficina de correos con un chico de la mano a correr bajo la lluvia.
- ¡Claro! Ni yo tampoco.
- ¿Qué más cosas no has hecho nunca? Siguió preguntándole.
- Si las supiese seguro que ya las habría hecho alguna vez, ¿no crees?
- Yo nunca he besado a un chico bajo la lluvia.

Y sin esperar a que él reaccionara le besó en los labios. Un beso largo y húmedo que le supo a gloria.
Él se quedó callado sin saber qué hacer o decir y ella con su sonrisa pícara le miro su cara ruborizada y le dijo:

- Este beso me ha sabido mejor que comer brócoli.
- ¡Perdona! ¿Cómo puedes decir eso?
- Cada cual tiene unos gustos ¿no?
- Pero compararme con esa mierda...

Entonces ella le volvió a agarrar de la mano y se lo llevó a otro sitio, esta vez bajo una cubierta. Y le volvió a besar. Ahora más pausado y profundo, sin lluvia de por medio.

- ¿Te ha gustado? Preguntó ella.
- ¡Claro!
- Sin embargo los sabores eran distintos, antes sabías a lluvia y ahora no.
- Sí, pero sigue siendo el mismo beso, respondió él sin saber muy bien lo que quería decir.
- Por eso me gusta el brócoli, porque a pesar de que la gente diga que huele fatal no deja de ser una verdura bastante rica. Como tu beso. No deja de ser tuyo y ser especial, aunque diferente a los demás es fabuloso.

Entonces la chica le volvió a coger de la mano y lo llevó de nuevo a la oficina de correos.

- Ya puedes enviar tu paquete - le dijo.

Entonces el chico, con la camiseta llena de agua rellenó el papel y se lo dio al de la ventanilla para enviarlo.

- ¿No envías tú el tuyo? Le preguntó a ella.
- No hace falta, mi destinatario está aquí.

El chico muy sorprendido no sabía a qué se refería. Entonces ella pidió su paquete y se lo entregó al muchacho. En la dirección sólo ponía su nombre, nada más.
Abrió el paquete y dentro unas magdalenas le dieron la bienvenida.

- ¿Pero cómo es posible? Dijo él.

Llevo haciendo magdalenas cada semana y vengo a diario a esta oficina con la esperanza de encontrarte. Es más, ya me he hecho amiga de todos los que atienden porque los viernes cuando veía que ya no vendrías ellos se acababan repartiendo mis dulces. No tenía tu dirección y no podía preguntarte. Entonces decidí pedirte un paquete y sólo tenía que esperar a que vinieras. Era fácil. Pero escogiste el peor día para salir de casa.

El chico muy asombrado no sabía si reír o salir corriendo.

Ahora en tus manos está, dijo ella. Tú decides si compartir conmigo o no tus magdalenas.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Fingir o no fingir, he ahí la cuestión

Llevo unos días viendo películas por todas partes, la televisión, las redes sociales y hasta en la calle.
Lo cierto es que parece ser que somos estupendos actores.
Hace tan solo unos días todo el mundo se indignaba por una supuesta violación a una chica en la feria de Málaga. Y en todos los medios trataban el suceso como una abominación y a los supuestos culpables como si no fueran supuestos. Cuando salieron del calabozo y algunas personas aplaudían tal hecho, muchas otras no entendían nada y se indignaban con los familiares por vitorear tal acción de la policía, que según la gran mayoría volvía a equivocarse.
Y no pensamos más, no creemos en la falsedad de quien puede estar contándonos una historia simplemente por aburrimiento o por miedo a alguna represalia. Y juzgamos sin más y sin tener conocimiento de la otra versión de los hechos.
Durante mi vida me han contado tantas historias que ahora cada vez que escucho alguna lo primero que hago es callarme, y luego escuchar la otra versión. Finalmente sacar conclusiones y prejuzgar, pero sin dañar a nadie.
Porque claro, es fácil que ante unos hechos tan obvios hagamos deducciones que posiblemente nos lleven a error.
Esta semana ocurrió algo en twitter, por lo visto un chico se hizo pasar durante mucho tiempo por chica, de tal modo que incluso respondía los mensajes como tal. Mucha gente se indignó, otra lo tomó como broma y le rió la gracia, yo sólo leí sobre el tema.
Unos días después, otro tuitero o tuitera, no defino sexo porque he leído de todo, escribió su epitafio. De tal forma que hizo creer a sus miles de seguidores que tenía cáncer y que al salir de una operación no lo había superado. Su supuesta hermana, y ya me repito con la palabra, escribió contando lo que había pasado y preguntó cómo cerrar la cuenta.
¿Acaso nadie ve lo rebuscado del asunto? Que igual es porque yo no tengo hermanos pero si se me muere uno lo que no estoy es pendiente de meterme en twitter para preguntar cómo cerrar una cuenta que me importa tres carajos en lugar de estar junto a mi familia.
Pero ya digo que igual soy yo la que no lo entiende o analiza todo demasiado.
La gente se puso muy triste y se acusó a quienes en su momento se reían de esa supuesta muerte, que parece ser ahora que mucha razón tenían.
Y cuando te enteras de la verdad, porque según dicen las mentiras tienen las patas muy cortas, te indignas y ya lo único que se puede hacer es perder la Fe en el ser humano y desconfiar de todo bicho viviente. Y a mi dadas las circunstancias me parece lo más lógico.
Sin embargo las personas somos tan retorcidas que en lugar de seguir esa mentira dan la cara, o no ellos sino a veces otros que puede que sean ellos mismos. Porque si no hemos dañado suficiente contando ese cuento, decimos la verdad para así ver la cara de panolis que se le queda a quien se lo cree.
Pero es que esto es el pan nuestro de cada día.
¿Acaso no conoces a alguien que vive los vientos por ti, te hace creer que eres una parte importante de su vida y al final resulta que no es cierto?
La diferencia de todos estos casos, a mi entender graves por igual, está en cómo dañes a quien te rodea. Quizás no se puede ser claro desde un inicio o puedes ir viendo que con el paso del tiempo lo que ves no es lo que quieres, pero eso no justifica dañar los sentimientos de esas personas que creyeron en ti sin tan siquiera conocerte.
Y esto sí que me indigna. Porque miro a mi alrededor y no paro de leer malos comentarios, y los que antes eran malos ahora son buenos y si te ríes eres mala persona y si lloras un imbécil de libro.
¿Podemos parar de una vez? A veces la vida es tan sencilla que lo único que queremos es complicarla, pero no sólo la nuestra porque entonces no tendría gracia, lo suyo es crear un círculo de confianza, hacer que todos crean en ti y luego desaparecer con un epitafio bonito.
El mío sería éste: Señores, me he cansado del circo de esta vida que Uds. crean, cuando sean conscientes de ello volveré. Gracias.

martes, 23 de septiembre de 2014

Pasos

A veces tiemblo cuando camino a solas. Miro siempre a lo lejos en lugar de ir mirando al suelo desde que una vez me choqué contra una farola, y por ese motivo dejé de encontrarme monedas y empecé a pisar cacas de perro que no me trajeron suerte alguna.
Como decía, tiemblo cuando doy pasos y me meto en sitios desconocidos, porque a todos nos pasa que no sabemos cómo vamos a reaccionar ante lo que no conocemos, pues no hay costumbre y en nuestra memoria no encontramos similitudes a las que aferrarnos.
Y a cada paso que das, ya sea de mayor o menor amplitud, la huella se va quedando atrás. Nunca delante. Porque el camino que marcamos es sólo nuestro, pese a que a veces lo compartimos.
Una vez estando en la playa metí mis huellas dentro de otras que eran mayores a las mías, y me di cuenta con el paso del tiempo que nunca debí hacerlo, sino marcar las mías propias. Pero eso sólo lo ves con el tiempo y la distancia, la que a su vez va provocando el olvido.
Lo cierto es que a todos nos gusta que nos acompañen en nuestro camino, sentir que nuestros pasos no son los únicos que se oirán tras el largo pasillo, sino que habrá otros que nos marquen un lugar, un lugar al que querer ir para sentirse unidos.
En mi camino fui encontrando piedras y tirando migas. Las piedras se apartaron por sí solas cuando el temporal así lo quiso. De las migas que fui dejando algún resto queda, el que no se haya querido comer ningún pajarillo.
Seguí caminando a solas, a veces iba a oscuras, pues no necesitas luz si ya te sabes el camino, pero palpas con las manos la inseguridad de lo desconocido.
A veces lo tocas y hasta crees sentirlo. Te preguntas porqué sigue ahí algo que debería estar extinguido, y no hay respuesta pues ya nadie contesta, salvo el eco del olvido.
Llega el cambio de estación, verano, otoño y al final invierno. Y los pasos cambiarán pues habremos pasado de pisar arena, a hojas y finalmente al frío de una nieve que apenas veremos.
Y me resulta curioso pensar cómo incluso teniendo unas huellas tan similares, nuestros pasos nunca serán los mismos.
Durante estos días me mantuve al margen, mis pasos eran cortos y apenas marcaban su silueta en el camino. Ahora son más profundos y livianos pues no me aferro a ninguna tierra que no sea la que me vio nacer.
Y me gustaría luchar por conseguir una meta, por dejar esa huella imborrable con el paso del tiempo, pero cada paso es inconstante y a la vez incierto.
La felicidad se nutre de recuerdos que quisieron ser vividos y que se apagaron tras ver lo inconstante de la vida o de cómo sentimos.
A veces mis pasos se dirigen sin querer hacia los lugares conocidos, no por nada especial sino por el mero hecho de sentirse protegidos. Una protección que cuesta dar sobre todo cuando lo que buscas es un pie al que acompañar, sin más motivo que ése, el pensar que un día quizás esos pasos pudiesen encajar. Lejos de miedos y de problemas y afrontando la tempestad. Porque todo pasa y todo llega, pero lo nuestro solo es pasar.
Y quiero recordarte con cariño, como cuando puse mis huellas sobre las tuyas y sonreí mientras las olas del mar las borraban, pero es del todo imposible borrar lo que ya no existe, lo que se fue, pero queda en el recuerdo. Un recuerdo marcado de pasos juntos, caminando a la vez y siendo testigos de que a lo lejos el sol se ponía, dando paso a la oscuridad que nos embargaría.

¿Dónde irán mis pasos ahora que no pueden seguirte? Y sin pensarlo siguen caminando, como antes, mirando al frente, tropezando de nuevo y abriendo camino.


miércoles, 17 de septiembre de 2014

Nunca Pares

Hay días en los que no paras ni un solo minuto. Te despiertas y sabes que tienes mil cosas por hacer y no puedes perder ni un instante.
Desde bien temprano he ido dando botes por todos lados y con una musiquilla en mi cabeza, la escuché por la calle nada más salir y lo más curioso de todo es que la volví a escuchar en la televisión antes de irme a dormir. Yo no suelo llevar música nunca, ni cascos, ni tengo miles de canciones en el móvil, ni en el mp3. Soy de escuchar los ruidos de la calle, la música que llevan los coches o incluso la de los propios móviles de la gente cuando suenan.
A última hora de la mañana me fui a la peluquería, cada vez que voy pienso que necesito un cambio de look. Teñirme de pelirroja, raparme el pelo a lo teniente O´Neil o simplemente alisarme estos rizos locos. Sinceramente nunca me he atrevido a nada que no sea alisármelo y hoy no era un día propicio ya que llovía; así pues llego, me siento a que me den el masajito de rigor en la cabeza mientras me lavan el pelo y frente al espejo y con cara de pollo mojado le digo a la peluquera: me cortas tres deditos o un poco menos, que luego se me seca y parezco una escarola ¿vale?
Cierro los ojos y relajo la mente. Chas chas chas chas chas oigo las tijeras...
Mírate al espejo -me dice la peluquera. Vale, un poco corto pero no está mal. Pásame el secador a ver cómo queda.
Me pone el difusor y mientras me seca el pelo cabeza abajo miro a la señora que hay sentada frente a mi esperándome.
Niña, se te ve el sujetador -dice la buena mujer. Y yo me callo porque le veo la faja pero no veo bien el decirle lo que por mi mente se me pasaba en ese momento.
Pago a mi peluquera y le dejo la propina de rigor tras haberme contado su vida sanitaria, lo que le han costado los libros de sus dos hijos y las vacaciones de su vecina la pija.
Salgo a la calle y un viento repentino me revuelve el pelo, menos mal que no me ha peinado. Entonces es cuando empieza a llover, a gotas gordas además. No un chirimiri no, de estas gototas que con sólo caer dos ya te han empapado medio cuerpo.
Y así, hecha un higo llego a mi casa, me mira mi madre y me dice: hija, no sé de donde vienes pero das asco. ¿Se puede saber qué te ha pasado en la cabeza?
Me he cortado el pelo mamá -respondo con una media sonrisa. Bueno, siéntante a la mesa que vamos a comer.

Sin casi descansar, esta tarde me he ido a hacer un taller de fieltro. Cuando tengo hueco me suelo apuntar en la casa de la juventud a hacer manualidades, o como dice mi madre a traer mierdas a casa para acumular polvo.
Nada más llegar he saludado a los compañeros que nos conocíamos de otros talleres y nos hemos puesto manos a la obra. La idea era hacer un búho de fieltro que sirviera como costurero para guardar bobinas, agujas y demás. Yo como para eso tengo una caja de galletas de toda la vida he pensado que iba a hacerlo más sencillo y así tendría un peluche más para la colección.
Hemos recortado los patrones, escogido los colores y hemos empezado a pegar. Teníamos dos horas para hacer el muñeco y cuando llevábamos una hora y media yo llevaba sólo la mitad del trabajo.

Desde pequeña he sido muy lenta, no es porque yo lo sepa sino porque siempre me lo ha dicho mi madre. En la clase de plástica yo siempre era la última en terminar y luego me quedaba ayudando a recoger a la profesora. Cuando llegaba a casa mi madre me decía que cómo podía ser tan lerda para hacer las cosas, ella veía que mis amigos lo hacían rápido y yo tardaba el doble. Siempre creí que me lo decía para meterse conmigo pero hoy le he dado la razón. Éramos 7 en el taller, en concreto 6 chicas y un chico, pues lo cierto es que todos han terminado el muñeco menos yo. Me he esmerado tanto en poner los colores, en recortar cada pieza con suma perfección y en pegarlo bien que cuando me he dado cuenta mis compañeros ya estaban rellenando con guata el bicho. Incluso hasta el chico que decía no haber cogido una aguja en su vida ya lo había cosido y yo estaba haciendo lo que el resto habían terminado en la primera hora de clase.
Cuando ha llegado la hora de irnos y mis compañeros han empezado a recoger es cuando me he puesto nerviosa y me he bloqueado. Entonces he pensado que lo mejor era llevarme el relleno del muñeco y el hilo para coserlo en casa, o dárselo a mi madre para que me ayudara a hacerlo.
La profesora me ha dicho que el mio era el que más le gustaba por los colores que había elegido, pero que como no lo había terminado pues no sabría cuál sería el resultado final.


Yo no es que tenga mucha imaginación para hacer las cosas o combinar colores, simplemente mezclo lo que me gusta y ya. Verdes, naranjas, amarillos y rojos suelen ser mis bases para todo, incluso para la ropa con la que suelo vestir. Hoy no iba a ser menos y he disfrazado mi búho con esos colores añadiendo unos corazones, porque el resto ha puesto flores y la verdad es que a mi las flores como que no me van demasiado.
Y sí, ya sé que no está terminado pero aun así me gusta como ha quedado lo poco que he hecho.


Nada más salir y tras ayudar a la profesora a recoger, ha venido a buscarme un amigo y nos hemos ido al cine. Llevaba varios días insistiéndome que quería ir a ver la película de El Niño y yo me negaba porque creía que no me gustaría, pero al final me ha convencido y hemos ido.
Al sacar las entradas él quería invitarme y le he dicho que no, total que nos hemos puesto a discutir y la taquillera se ha enfadado y nos ha dado a cada uno las vueltas y las entradas por separado.
Eso sí, mi amigo ha comprado palomitas gigantes y le he cogido unas pocas... bueno, en realidad bastantes porque no había merendado.
El caso es que nos ha tocado sentarnos en medio de dos parejas y por no levantar a todo el mundo nos hemos puesto en una esquinita pensando que ya no vendría nadie más. Error, nada más apagar las luces una pareja nos ha levantado de nuestros asientos, nos hemos puesto en otros y a los dos minutos de empezar la película nos han vuelto a levantar. Total, que por tercera vez nos hemos vuelto a sentar en otra esquina y cada vez que venía alguien mirábamos de reojo con temor a que nos levantasen de nuevo.
Le película ha transcurrido bien, de hecho incluso hasta me ha gustado, salvo por el final. No quiero hacer ningún spoiler pero es un final que por muy bien que hayan hecho la trama e hilado el argumento, no tiene sentido y para mi gusto estropea la película. Quizás me gusten demasiado los finales felices, puede ser. Pero ha estado bastante bien dentro de lo que cabe y ver el culo del protagonista ya merece el precio de la entrada, a día del espectador que conste.

Y así, tras numerosas actividades y risas he llegado a casa, le he enseñado el búho a mi madre y me ha dicho: ¿tanto tiempo fuera y lo traes sin acabar? Hija, eres igual de lerda que cuando eras pequeña.
Pues mira sí mamá, tienes razón. Soy tan perfeccionista con cada detalle que siempre llegaré tarde y nunca acabaré lo que me propongo.

Entonces la canción que esta mañana iba tarareando por la calle ha sonado en la televisión...
"I used to rule the world, seas would rise when I gave the word...."


Me he sentado al sofá, he cogido un par de onzas de chocolate y he empezado a tararearla mientras movía los pies bajo la mesa y he pensado en que adoro estos días en los que tu mente no para de crear y de divertirse. Seré muy lenta y lo haré mal, pero al menos lo intento que al fin y al cabo es más de lo que otros nunca podrán llegar a decir.

martes, 16 de septiembre de 2014

¿Otoño?

Llegan los días grises tan esperados después del calor del verano y algunos se afligen pensando en que las tardes se acortan, se acaban las cervezas en las terrazas y hay que ponerse la rebequita.
Otros aplauden la lluvia, como los de Alicante, que hoy decían que hacía años que no la veían.
Y a mi me ha dado por recordar, porque los días de lluvia traen nostalgia cuando la mantita del sofá con la que te cubres no la compartes con nadie.
Lo bueno de estas fechas es que al fin empiezan las series de televisión que quitaron durante las vacaciones, te da por coger los libros que tenías pendientes para leer y te metes a la cocina porque ya no da pereza encender el horno.

Esta tarde cuando he salido a dar una vuelta pensaba en todo lo vivido estos últimos meses. Locuras la gran mayoría, pero de las que siempre sacas anécdotas y vivencias.
He conocido mucha gente nueva que con el fresquete se ha recogido y se queda en casa saliendo para siempre de tu vida, o al menos hasta que vuelva el verano otra vez.
Sí, los días de lluvia y de cambios de temperaturas son propicios para mirar atrás y pensar: pues he hecho muchas idioteces, pero me he reído de lo lindo y no me arrepiento de ninguna.
Y con los pies mojados por los charcos, porque aún no has sacado el calzado de invierno, te miras los deditos sonriendo y piensas: míralos que graciosos ahí los diez.

Entonces suena un trueno y miras hacia arriba, se aproxima tormenta.
¿Y si me mojo? Bah, qué tontería. Mojarse no sirve de nada, incluso cuando te piden que lo hagas.
A veces es más fácil mirar al frente, escuchar el sonido del trueno, contar los segundos hasta ver el relámpago y salir corriendo.

                                                            (fotografía de C.Noguero)

jueves, 4 de septiembre de 2014

¡Taxi!

Hoy a las 6:33 de la mañana recibí un mensaje: "Buenos días princesa, feliz día, diviértete y mucho ánimo". Hacía escasamente un minuto que me había despertado y el leer esto me ha hecho sonreír. De hecho he tratado de darme media vuelta y volver a hacer la croqueta pero entre que hacía demasiado calor y que ya empezaba a entrar la luz por la ventana no podía dormir de nuevo. 
Entonces he oído ruidos, me he levantado de la cama y he sacado la cabeza por la ventana. 
¿Dónde vais a estas horas? He preguntado. A Madrid, tenemos que llevar unos materiales y .... ¿te vienes? 
¿Que si me voy? Un día de turismo por la capital y con todo pagado. ¿Dónde hay que firmar? 

Me he vestido en cinco minutos, he desayunado un café rápido y me he montado en el coche. Reconozco que una cabezadita he echado, pero a eso de las 9 ya estábamos aparcando y tampoco es que haya cogido el sueño del todo. 
"Mejor dejamos el coche por aquí que se aparca bien y luego ya nos movemos como sea por el centro..."
Obviamente a mi me daba igual, yo soy más útil llegando en metro a los sitios que si tengo que dar indicaciones al conductor. Sin embargo hoy ha sido el día de los taxis. Porque claro, cuando lo único que sabes es una dirección pero ni siquiera al completo tampoco puedes meterte en el metro porque no sabes ni la zona donde te vas a mover y hay que reconocerlo, si pillas a un señor taxista gato de pura cepa te lleva al sitio que le dices incluso con la descripción del mismo, sin necesidad de dirección. 
Hemos pasado bien temprano cerca de El Retiro y mientras veía a algunas personas correr me han dado ganas de decirle al taxista: rápido, ¡¡¡siga a ese runner!!! 
Ver Madrid casi al completo desde un taxi es una experiencia chula, aunque la verdad es que cuando vas sola miras más el taxímetro que lo que hay por fuera de los cristales. 
El señor nos ha dejado en el sitio indicado y nos ha dado los buenos días, le hemos dejado una propinilla por su amabilidad y hemos bajado. 
Nunca he sabido cómo funciona el tema de las propinas con los taxistas. Así que lo que yo hago es dejarle algo según me trate, si es agradable o me da un tema de conversación interesante pues más, y si me trata regulín rebusco en el monedero hasta los céntimos para dárselo justo. 

Cuando hemos terminado las primeras gestiones de la mañana y empezaba a entrar sueño de nuevo hemos pensado que lo mejor era sentarnos a tomar un café. 
¿Y si vamos a esa cafetería que hace esquina con la calle sierpe? 
Yo que no sabía ni dónde estábamos todo me parecía bien, hasta que de repente hemos entrado en la calle Toledo y han vuelto a mi los recuerdos. Porque no hace tantos meses yo iba con alguien por esa calle, una de mis citas extrañas a la vez que peculiares y que acabó siendo un bonito desastre. 
Y allí, en esa cafetería nos hemos tomado un café bien cargado con un par de porras que nos han sabido a gloria pese a estar cargadas de aceite. 
Seguimos caminando por la calle Toledo, que a diferencia de la ciudad manchega no tiene ni una sola cuesta. Vamos hacia la Glorieta y vemos la famosa Puerta de Toledo, paramos otro taxi y subimos. 


Y esta vez lo que me dan ganas de decirle al taxista mientras bordea la glorieta es que se detenga y me deje hacerme una foto dentro, pero tirarse en marcha o hacer que te paren ahí es complicado, así que hemos seguido nuestro camino mirando a través del cristal mientras el señor no paraba de mirarnos por el retrovisor sin decir ni una sola palabra. 
Me inquieta mucho cuando eso pasa. Notas como alguien te observa y miras al espejito y ahí están dos ojos mirándote inquisitivamente, entonces miras tú también y se apartan rápidamente a la vez que empiezan a darte conversación sobre el calor que hace o lo mal que está el tráfico. 

Llegamos al destino y mientras hablamos de dónde comer. ¿Y si nos damos un pequeño lujo de huevos estrellados? Yo no soy quién para decir que no y allá vamos. 
Pillamos otro taxi, esta vez el conductor nada mas subir nos recibe con una canción de Manolo Escobar, sólo te pido. Me mira atentamente y dice: ¿dónde te llevo chata? 
Mi cara de alucinar pepinillos se torna en risas mientras le digo que queremos ir al sitio famoso de los huevos. Hubiera esperado una broma por su parte, pero no fue así. Él siguió tarareando su cd de Manolo Escobar hasta que llegamos. 
Quizás no haya sitio si no llevamos reserva, pensé, pero al llegar al restaurante el camarero nos dice que este mes es flojillo y que no hay problema. Yo pido unos callos madrileños y el resto los típicos huevos con patatas y el jamón, todo ello regado con un buen vino tinto. 


Cuando llegan las comandas los callos nadan entre abundante grasa y las patatas con huevos son peores que las que hace mi madre en casa. Sólo el jamón se salva y nos lo comemos todo con ganas. 
El camarero nos pregunta si queremos un chupito, cortesía de la casa, y yo sonriendo le digo que uno de fairy para disolver la grasa. 
Entre risas nos marchamos, con algo más para tachar en la lista de sitios donde ir alguna vez en la vida, intentamos coger un taxi que nos lleve hasta el coche pero no encontramos ninguno. Es mediodía, hace calor y apenas hay circulación por aquellos lares. Pongo en el gps la dirección donde tenemos el coche. Según el mapa son apenas unos 20 minutos y nos ponemos en marcha. Cuando llevamos más de tres cuartos de hora andando se me ocurre mirar cuál es el problema. Claro, no es lo mismo 20 minutos en coche que caminando. Entonces pasa un taxista y con un gesto espontáneo mi mano se alza. 
¡Taxiiiiiiii llévenos a casa! Al final resultó que no quedaba tanto, pero nuestros pies agradecieron esos 5 minutos de taxi como si no hubiera mañana. 
Y entonces este último taxista dijo algo que me dejó patidifusa. Cuando fui a pagarle y una vez que el resto ya estaba fuera me miró a los ojos y me preguntó si estaba enamorada. ¿Cómo? Pregunté extrañada. De la ciudad, me responde. Te he visto mirar a través del cristal y no sabría si es añoranza o si en realidad buscabas algo o a alguien. 
Le he sonreído y le he dado una buena propina. En realidad no es nada, muchas gracias por el viaje. 

Y así, con el runrún de esa mirada en mi clavada subo al coche y paso todo el camino de vuelta callada, escuchando música y pensando en ese nada. 
Me hubiera gustado subir a ese taxi cuando todos bajaban y decirle: ¡Rápido, persiga ese sentimiento!
Pero ése mismo, al igual que muchos otros no hay quien los alcance, ni taxis, ni bus, ni metro ni tan siquiera las ganas. 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Resquicios

Aún pesa sobre mi la sombra de lo que ocurrió el fin de semana, y es que me divertí tanto que disfruto recordando cada momento.

Ya desde el inicio todo empezó como una aventura cuando estando sentada en el autobús camino de Madrid paramos debido a una retención de varios kilómetros causada por un accidente. El señor autobusero para evitar tal atasco decidió meterse por un desvío con tan mala suerte que justo en el último momento se nos cruzó un coche que también pensó lo mismo. Dio tal frenazo que todos nos fuimos hacia delante sin poder evitarlo y mi compañera de viaje se empezó a poner histérica. Yo la miraba y ella no paraba de respirar muy deprisa y me decía que en su último viaje al autobús se le había reventado una rueda. Estaba viajando con una persona que era gafe y encima lo reconocía.
Yo que nado en la abundancia de la buena suerte creí que sería mi final, acabar en mitad de la carretera de Móstoles sin ni siquiera haber comprado empanadillas.
Finalmente conseguimos llegar con algún traspiés que otro y un sudor de más, pero llegamos. En la estación me esperaba mi primo para acompañarme hasta el lugar donde había quedado con el resto de la gente.
Tenía que ir al cumpleaños de una buena amiga y queríamos hacer una especie de sorpresa que no salió nada bien, ya que algunas personas se nos vinieron abajo a última hora, sin embargo los abrazos y las risas no faltaron.
Nada más llegar pedimos unas cervezas y unos tintos de verano y cuando estábamos hablando de las últimas anécdotas ocurridas de repente un chico se planta frente a mi y mirándome me dice un ¡hola!
Yo puse cara de ¿pero tú quién eres y por qué me conoces? Y lo que es peor de todo es que como no sabía quién era encima se lo dije tal cual. La cara del muchacho era algo así entre odio y risa. Cuando mi amiga me dijo por lo bajini que posiblemente fuera el chico con el que había quedado y que no conocía en persona fue cuando me acordé y entonces todo encajó.
A partir de ahí ya todo fueron risas, el chico se sentó a mi lado y estuvimos hablando bastante tiempo. Llegó el momento de sacar la tarta de chuches y los puros de chocolate para todos los fumadores. Pusimos las velas y empezamos a cantar el cumpleaños feliz.


A nuestro cántico se unió el de todos los allí presentes que nos hicieron unos coros perfectos. Nos quedamos con ganas de seguir cantando y pese a estar medio afónicos nos dirigimos a un karaoke a darlo todo. Y así, sin más y entre risas y alguna copa de menos, porque no hubo ninguna de más, y unos chupitos, elegimos canciones.
La cumpleañera me pidió que cantara con ella una canción de Chenoa de la que yo no tenía ni idea, porque el cancionero español y yo estamos reñidos, pero el "atrévete sedúceme" acabó conquistándome y con unos movimientos sensuales y mirando a los ojos a las personas adecuadas siempre hace que la noche tome un rumbo divertido y acabes queriendo más.


Hicimos bastantes tonterías y jugamos a desinhibirnos entre desconocidos prometiendo volver a quedar para repetirlo. Y es que siempre es muy divertido conocer gente nueva con la que disfrutas y acabas compartiendo momentos que siempre se quedarán guardaditos en alguna parte de ti.

Regresamos a casa tras mucho andar y con las plantas de los pies totalmente doloridas y un ligero te echo de menos susurrándote en la nuca me puse un pijama demasiado corto y me acosté en una cama que no era la mía. No estaba sola, un pequeño peluche verde me acompañaba y sonriendo me decía que había sido una noche estupenda y que por él repetiría.
Sólo dormí tres horas y desperté un tanto agitada, no era mi cama ni mi lugar pero allí estaba. Igual no dónde imaginaba pero sí donde debía.
Al bajar las escaleras con mis tacones de la noche anterior y enseñando el cachete porque el pijama no daba para más, me encontré con las sonrisas de mis amigos, con su saber escuchar y sus consejos a las 10 de la mañana.
Tras desayunar leche con cereales mientras debatíamos entre lo que está bien y está mal, organicé mi marcha y llamé a un taxi.
Por lo visto la zona era complicada de encontrar y el señor estuvo dando unas vueltas hasta encontrarme, cuando lo hizo departimos por el camino sobre esas anécdotas de los taxistas y me contó que la zona por la que me encontraba no es que fuera muy propicia para según qué cosas pero sí para muchas otras. Sin querer entrar en muchos detalles llegué a mi destino, miré a lo lejos y pensé que había sido un gran fin de semana.

Y poco a poco te vas olvidando de que hay veces que se sufre innecesariamente, que las sonrisas entre amigos siempre merecen la pena, que conocer gente nueva nunca es malo y que la vida son 365 días al cabo del año.

Desde aquí mi felicitación a mi amiga Bea y decir a los demás que me acompañaron un gracias por las sonrisas y los momentos vividos. ¡Hasta la próxima, sea cuando sea!

miércoles, 27 de agosto de 2014

Las Aventuras de Brocolín

Hace tan solo unos días que llegué a mi hogar. No me trajo una cigüeña ni vine de París, un repartidor de mrw con cara de pocos amigos y olor raruno me llevaba en un paquete. Pasé un día entero en la oficina porque mamá no estaba en casa cuando yo llegué, y el segundo día a última hora de la tarde me llevaron a mi hogar.
Sé que mi mami estuvo muy pendiente de mi en todo momento, llamó varias veces a la oficina preguntando cuándo llegaría, pero me tenían en un rincón de la furgoneta y fui el último en llegar a mi destino.

Cuando al fin llegué a casa tanto mi madre como los abuelitos me dieron la bienvenida.


Todo era nuevo para mi, la casa, cómo me miraban y el no saber dónde ir o qué hacer. La primera noche llegué muy cansadito de mi viaje y mi mami me sentó a la mesa con toda la familia y me puso un vasito de leche con galletas para cenar.


El abuelito me miraba raro, pero luego se ha ido acostumbrando a verme por la casa. Yo le sonrío siempre, quiero caerle bien. La abuelita es maja, se ríe cada vez que me mira y me cuida cuando mami no puede llevarme con ella.

Por las noches mami siempre me cuenta un cuento antes de dormir, yo le traje uno muy divertido y antes de cerrar los ojitos me lo lee y se inventa juegos.
Me encanta que me arrope con la sábana y me de un besito antes de apagar la luz.


Por la mañana me despierta pronto, mami tiene que trabajar y yo tengo mucho sueño. Algunas veces me deja dormido y me quedo con la abuela y otras me lleva con ella.
A mi me encanta pasear con mami, se ha comprado un bolso especial para llevarme por la calle y que pueda respirar bien. Además ahora en verano hace mucho calor.

El sábado pasado me enseñó la ciudad donde vivimos ahora y me llevó a jugar al parque con los columpios. Me lo pasé pipa. Los niños que allí estaban querían cogerme pero mami me salvó. Gritan mucho y no me gusta. Los mayores miran a mi mami como si estuviera haciendo algo raro pero a ella le da igual, le encanta jugar conmigo.






Después del parque fuimos a dar un paseo, me enseñó el Tajo, es muy bonito. Yo no habia visto un río y un puente tan grande.


Y como premio por todo lo que anduvimos nos sentamos en una plaza muy bonita y estuvimos comiendo chuches, pero sin azúcar, que mami dice que se me pican los dientes si las como. Y yo le hago caso.


Me gusta pasear con mami porque me cuenta muchas anécdotas e historias de su vida. Cuando nos sentamos en el banco me contó que no hacía mucho conoció a un chico y estuvieron allí sentados. Se le pone una sonrisilla muy bonita cuando me dice esas cosas, pero me da penita cuando la noto triste, creo que echa de menos personas pero no me lo quiere contar porque dice que soy pequeñito para algunos temas y no los entendería.

El domingo nos levantamos tarde y ayudé con las tareas. Mami me hizo un chisme para limpiar el polvo y me pasé toda la mañana estornudando.


Lo que más me gustó fue cuando me llevó a la bañera con ella. Me puso un gorrito de ducha y yo la miraba mientras se frotaba con la esponja, olía a miel y era muy bonito verla con su piel mojada. Cuando salimos del agua ella se puso su albornoz y a mi me envolvió con una toalla de mi tamaño. Es muy dulce conmigo.


Por la tarde vi una película en el sofá con ella, le gustan las pelis románticas y las de miedo. Yo me río mucho cuando veo la expresión de su cara.
A última hora me dijo que iba a ir a misa a acompañar a la abuelita y me llevó con ella. Yo no entendí mucho de lo que allí se habló. Mami me sacó del bolso para que escuchara lo que un señor decía mientras todos estaban en silencio, pero una monja nos miró y mami tuvo que guardarme en el bolso de nuevo.


No creo que me vuelva a llevar a la Iglesia, pero bueno, yo sólo quería ir a tomar helado que me lo prometió, y cuando salimos fuimos a la mejor heladería y me compró un cucurucho enorme de helado de melón. Estaba muy rico.


Estuvimos dando una vuelta por el parque y me hizo muchas fotos para tenerlas de recuerdo. Había muchas personas por allí que nos miraban pero a ella le daba igual, incluso un amigo suyo estaba con su novia sentado mirando la casita de los patos mientras me hacía las fotos y no le importó que la llamasen loca.
Mucha gente se lo dice y yo no entiendo porqué. Pero como veo que es feliz pues yo también lo soy.
Me enseñó a beber agua de la fuente, se me vertía por todos lados pero me refresqué y me gustó aprender.


Llegué a casa sin ganas de cenar, asi que me puse a ver Cuarto Milenio con mami. Apagó las luces y me asusté un poquito con lo que cuentan en ese programa pero ella se reía mucho y aunque me daba un poco de miedo el señor de la tele, al final me gustó.


Los lunes no son el día favorito de mami, siempre le pasa algo que hace que se enfade o se sienta triste. Yo trato de hacer que sonría pero es complicado. Sin embargo y aunque le pasen muchas cosas malas, siempre acaba sonriendo.
Por lo visto el lunes es el día del espectador en el cine, yo nunca había ido y como quería saber lo que era ver una película en grande pues mami me llevó con ella. Nos invitó un amiguito suyo muy majo. La llamó loca cuando me vio pero ella se rió tanto que el chavalito acabó sucumbiendo a su risa. La verdad es que a mi también me enamora cuando se ríe con ganas.
Me compraron un cubo de palomitas para mi solo y me senté en medio de mi mami y su amigo para ver bien la película. Así cada vez que él quería decirle algo a ella yo me enteraba de todo. Soy un poco cotilla.


Fuimos a ver una película muy divertida, Los guardianes de la galaxia. Fue genial, por primera vez me enamoré de una chica, se llamaba Gamora y era verde como yo, tenía un culito impresionante y unos labios muy bonitos. A mi mami le gustó el mapache, que era muy gracioso también.

Cuando salimos del cine el amigo de mami quiso invitarla a tomar una copa y nos fuimos a un sitio muy chulo. Yo no bebí nada pero sólo con el olor casi me caigo de espaldas.


No estuvimos mucho tiempo porque había que madrugar así que mami y yo nos fuimos para casa. No quiso que su amigo la acompañara así que yo fui hablando por el camino con ella sobre la peli.
Hubo un momento en que se quedó parada delante de un restaurante que estaba cerrado. Yo no entendí nada pero sus ojos estaban muy tristes y no quise preguntar. Supongo que allí había vivido algo y al verlo cerrado se entristeció, no lo sé.

Al día siguiente fui de compras con mami al supermercado. Me subió en un carro y me enseñó a comprar cosas sanas. Compramos pescado, carne, frutas y verduras. Le gusta cuidarse mucho y a los suyos también.


Por la tarde me trajo una amiguita para que jugara con ella. Se llamaba Coliflorcilla, era un poco repipi con su lacito verde en la cabeza y olía un poco raro, pero no le dije nada. Me lo pasé muy bien jugando con ella a lanzarnos la pelota.


Por la tarde me fui con mami de nuevo. Su amigo del cine la llamó para tomar unas cervezas y decidió llevarme con ella, estuvo haciendo la cena para que la abuela no tuviese que preocuparse por cocinar y luego marchamos.
Nada más llegar el camarero nos miró mal y vio extraño que pidiera tres bebidas y tres pinchos. El amigo de mami se reía, hasta que se encontró con unos amigos suyos y trató de ocultarme tras la carta del bar. Eso no me gustó nada.


Me tomé unas cervezas con mami, me dijo que yo era muy pequeño para tomármelas enteras y es cierto, porque bebí muy poco y acabé bastante mareado. Menos mal que nos llevaron en coche a casa porque tenía la tripita regular.
La verdad es que no recuerdo muy bien lo que hice, estaba un poco perjudicado pero bueno...


Al día siguiente me desperté con dolor de cabeza y no me encontraba muy bien. Tuve que quedarme en cama toda la mañana. No vuelvo a tomar cerveza.
A la hora de comer me llevé un disgusto enorme, la abuelita había cocinado a Coliflorcilla y había hecho una tortilla con ella. Lloré un poco y me puse triste. Mami me dio tinto de verano y se me pasó un poco la congoja.


Ya por la tarde me puse las gafas de sol y cogí un bolsito con piruletas y me fui con mami a ver la zona antigua que me gustó mucho.


Me gusta ir con mami de la mano. Nos pasó algo gracioso y es que cuando estaba conmigo se encontró con un ex novio que estaba con su mujer y su niño. Se quedó parada un momento y no supo qué hacer, luego alzó la cabeza y siguió caminando como si nada. Mi mami es lo más.

Cuando llegué a la cama estaba reventado y sólo quería dormir. No hizo falta ni que me contase un cuento, me quedé dormidito antes de contar hasta tres.


Hoy ha sido un día muy importante para mi. Esta mañana he acompañado a mami a Hacienda. Ha sido divertido porque me han pasado por un escáner, ha sido como mi primer rayos X y cuando veía a mami reírse por la cara del segurata pues yo también me he reído.
Luego me ha puesto encima de la mesa de un funcionario mientras esperábamos que éste llegase, y al venir nos ha mirado sin saber qué decir. Mami con mucha paciencia le ha explicado al señor el problema que tenía, éste a su vez no se lo ha resuelto y nos ha enviado a otra administración, entonces ella me ha cogido, nos hemos mirado, hemos mirado al funcionario a la vez y nos hemos despedido.
Me he reído mucho la verdad.
Por el camino hemos pasado por varios colegios y mami ha aprovechado para preguntarme cuál me gustaba. Por lo visto tengo que matricularme para empezar a estudiar el mes que viene.

Yo he elegido uno con un patio muy grande, había muchos niños que estaban jugando sin camisetas, pero a mami no le ha convencido y me ha llevado a otro.


Era un colegio bilingüe, y según ella era el mejor para mi educación. Yo prefiero que sea ella la que me enseñe pero es verdad que me gustaría ir a un cole y estar con más niños.
Sé que soy diferente pero no por eso dejo de tener sentimientos y querer aprender más cosas. No me gusta ver que unos niños se meten con otros por ser de otro color y por eso sé que será complicado que me acepten pero soy fuerte y lo lograré.

Esta tarde mami tenía mucho trabajo y me ha llevado un amiguito a casa. Se llama Repollito. Es majo, pero ha estado toda la tarde atusándose el pelo y hablando con el móvil.
Apenas hemos jugado así que me he dedicado a mirarle y pensar en lo mucho que se parece a Justin Bieber.


Hemos cenado todos juntos, mami ha hecho brocoburguers y me han gustado mucho. Me encanta ver a toda la familia reunida mientras cenamos.


Los abuelos ya se ríen cuando me ven en la mesa e incluso el abuelito me sirve agua en un vasito de mi tamaño que han comprado para mi.

Han sido días de muchas aventuras desde que llegué, y sé que viviré muchas más porque me siento muy feliz en mi nuevo hogar.

Por eso ahora voy a dormir y a soñar ... ¡sonreíd siempre!



Besitos, Brocolín.