lunes, 6 de octubre de 2014

¡Mierda!

Hay días de mierda y mierdas en nuestros días. Te levantas pensando que será un lunes más con las típicas preocupaciones y de repente te encuentras llorando a lágrima viva en el baño de una administración y echándote agua en la cara para que nadie se de cuenta.
Y es que no puedo con todo, por más que lo intento a veces la vida me supera y esto es así porque la mierda que se esconde en los rincones más ocultos siempre acaba saliendo y entonces la pelusa se vuelve cada vez más y más gorda hasta que te topas de bruces con ella y o la desintegras con un lanzallamas o convives con ella.
Vale, no sé muy bien que tiene esto de símil con la vida y con lo que hoy ha acontecido en la mía pero lo que venía a decir es que la mierda ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.

Llevo varios días intentando creer en la justicia y cuanto más lo intento más me doy cuenta que ésta sólo está hecha para los ricos, el resto de ciudadanos de a pie raramente tenemos ocasión de olerla.
Y lo veo casi a diario cuando en las noticias veo tantos fraudes y tantas personas que con sus tarjetas opacas o translúcidas nos quitan lo que es nuestro, de todos y mientras tanto los que tratamos de hacer todo legalmente, te encuentras con que no sólo tienes que hacerlo bien sino incluso mejor, y no sabes de dónde viene tanta ley y normativa y te encuentras desprotegido porque nadie se encarga de informarte y tienes que aprender por ciencia infusa.

A mi me viene grande, como me viene grande la vida en general, porque yo no puedo ir luciendo mi sonrisa tanto como quisiera o hacer posible cada uno de mis sueños, porque no me dejan. Y hay mil frases posibles para decirme en estos casos desde el tú puedes, inténtalo y vales mucho hasta cuenta conmigo para lo que sea. Pero no puedes contar con nadie, te encuentras sola en un mundo desconocido y tiras de amigos y preguntas cuál es la salida, pero pocas veces se ve el hueco por el que asomar el hocico. Mientras ves que todo tu mundo se desmorona, que todo aquello que se construyó con mucho esfuerzo corre peligro, te fijas en que son precisamente las personas a las que un día tendiste la mano las que ahora te ponen la soga al cuello y encima apretando.

Desconfiar de la raza humana es algo que últimamente vengo haciendo, porque no me sirve de nada dar mi brazo cuando quieres arrancarme la mano y dejarme inutilizada para toda la vida. ¿Para qué? me pregunto a diario.
Muy sencillo, porque las circunstancias mandan y porque en una época en la que la mierda se convierte en caviar, el destrozar la vida de quien te dio de comer se convierte en un gesto heroico para quien lo logra y a nadie le importa girar la cara en una calle para hacerse el desconocido.

Sí, la vida es injusta y una mierda. Tiene muchas cosas bonitas, pero cada día me cuesta más verlas.

Al acabar el día y salir de la reunión que puso un poco de luz a mis horas, me tropecé con una bonita mierda. En la misma acera camino de mi casa una mierda ya un tanto seca se interpuso a mi paso y lejos de quejarme al dueño invisible del animal, decidí observarla durante un rato.


A mi me parece una bonita mierda, he pensado, ya no sólo por la forma un tanto extraña de L complicada, sino por la pluma que lleva incorporada.
Quizás cuando el dueño del animal, que tuvo a bien descargar sus necesidades ahí mismo, se olvidó de recoger tan preciado elemento, un ave sobrevolaba la zona y dejando caer una de sus plumas quiso ponerle alas para que saliera volando. Pero todos sabemos que las mierdas no vuelan y que si nadie las recoge siguen ahí para siempre.
De hecho posiblemente esa mierda siga estando mañana, al igual que nosotros y lo mismo que el resto de mierdas que nos rodean en nuestra humilde y preciada vida.
No se trata de darles patadas sino de apartarlas con cuidado y esperar que lo que tú haces por un bien común, algún día se vea recompensado. El karma lo llaman, yo lo llamaría justicia si siguiera creyendo en ella.

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