lunes, 23 de junio de 2014

Ardamos

Me gusta creer en las meigas, en la magia, en el buen hacer de las personas y hasta en mi misma en ocasiones, pero la verdad es que tengo la sensación de que no hay cosa que no pase en mi vida sin que se chafe de una u otra forma.
Además que suele suceder que cuantas más ganas le pones a algo o mayor ilusión tienes, el golpe es más duro. Y ya no sólo por lo que se haga o se deje de hacer sino por la sensación de que nada saldrá bien.
Yo, optimista como nadie a veces me vengo a bajo y lo que es peor de todo es que los desencadenantes son mínimas gotas que colman un vaso que ni siquiera está medio lleno.

He pasado unos días en la ruralidad absoluta, aburrida como una ostra enterrada en la arena de una playa desierta, y hoy volví a la ciudad deseando regresar a la rutina, activarme de nuevo y vivir la noche de San Juan de forma especial. Ya no con nadie, sino por el mero hecho de acudir a una actividad que me encanta y que tiene una magia que me ayuda a soñar.
Recuerdo la del año pasado, el circo que el Ayuntamiento montó en torno a una hoguera y lo bien que lo pasé.
Recuerdo cómo el año anterior tiré mi papel con los malos deseos y guardé en una cajita verde otro donde había escrito las cosas buenas que quería que me sucedieran este año.
Hoy, un año después abrí la caja y leí atentamente cada uno de los deseos, tanto los escritos el año pasado como el anterior y con una pequeña lágrima me di cuenta de que no se me había hecho realidad ni uno solo mientras que aquellas cosas malas que quieres erradicar de tu vida las he tenido presentes.
Entonces tras quedarme pensativa durante un rato he creído que este año no iba a hacer nada especial. Cogería esos dos papeles y los llevaría a la hoguera. No me servía de nada aguardar que se cumplan unos deseos que sé que a la larga no me harían feliz, o al menos no todos. Por lo tanto los quemaría y no iba a escribir nada, simplemente dejar al destino que haga por mi. Esa era mi decisión y con mis papeles en la mano me he dirigido al puente para ver la hoguera.
Ya por el camino no oía mucho jaleo pero al irme aproximando he visto a gente por los alrededores cuchicheando y volverse con cara de disgusto. Al llegar allí no había nada.
Unos amigos míos estaban sentados en un banco frente al río y les he preguntado. Llevaban una hora allí y no había pasado nada.
Al poco alguien del ayuntamiento se ha presentado diciendo que no se organizaba nada porque no se había llegado a un acuerdo entre las distintas empresas que gestionan el evento. Y sin más se ha terminado.

He mirado al río por un momento y me daban ganas de lanzarme, ponerme un petardo en el culo y soltar fuegos artificiales, pero como no había demasiada gente reunida tampoco merecía la pena. Así pues me he vuelto a casa pensativa y un tanto apenada.
Me he dado cuenta que aún llevaba conmigo los papeles con los deseos, los he sacado del bolso, los he roto en cuatro partes y los he tirado al contenedor azul.

¿Por qué cuando deseas algo mucho acaba saliendo mal? Quizás sean las ganas que tenemos de que por una vez todo funcione y vaya bien pero la sensación de tener una nube negra constante encima de mi cabeza me martiriza demasiado.
Y al regresar a casa me hubiera puesto a batir huevos y a hacer galletas pero era demasiado tarde, con lo cual lo mejor era ponerse el pijama y meterse en la cama. Mañana será otro día, y al menos no será lunes.

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