viernes, 21 de noviembre de 2014

Daños Colaterales

Tengo la mala costumbre de no tener término medio, de enfadarme y no decir nada o por el contrario de soltarlo todo sin pensar en las consecuencias.
Llevo varios días que no me encuentro y el espejo apenas me reconoce.
El querer usar la empatía con todos es agotador, pero es más, tampoco sirve para nada porque al fin y al cabo la otra persona por mucho que trates de ponerte en su lugar, siempre sentirá de forma diferente a ti.
Siento que no sé lo que pretendo cuando actúo de tal forma que no va conmigo. Y no significa que no sea yo, sino que esa parte de mi tan escondida y que apenas saco, queda un tanto extraña ante los ojos de quien no me conoce desde hace años.
Estas semanas reconozco que me siento falta de cariño, y no de ese cariño familiar que se recibe a diario en algunas casas, sino del que te hace sentirte necesaria para determinadas personas.
¿Y quién no lo ha necesitado alguna vez en su vida?
Porque a diario yo me visto como si de Don Quijote se tratase, armadura y Rocinante por delante. Pero llega la noche y te pones el pijama, y es ahí cuando te haces débil.
Reconozco que quizás tomé la mano de alguien demasiado pronto sin medir las consecuencias, que me dejé llevar por la alegría e ilusión que el sentirle conmigo me proporcionaba.
Esperaba que pasara la tarde para que ya con el pijama puesto y bajo las sábanas de franela, nos contásemos nuestras aventuras matutinas. Y guardaba en mi mente alguna anécdota que no contaba en la mañana para hacerle partícipe de algo especial sólo por mí conocido.
Pero estos días de atrás en los que te preocupas demasiado por una salud que ni tan siquiera es la tuya, te das cuenta que algo pasa. Y ya no es porque puedas confundirte tú sino porque es lo que el resto de personas crean. Porque no sirve de mucho dar una opinión si no hay una mirada que la respalde. Y lo que me duele es no poder hacer bromas como antaño porque ahora todo es diferente. Porque ya nadie me cree cuando digo que no siento nada ni que nadie me altera. Y mis bromas no están bien vistas y cualquier comentario mío parece lo que nunca quise que fuera.
¿Cómo debería explicarme para que me crean si cada noche es la misma cantinela?
Ya no hablamos de pelis, de comida o de anécdotas, ahora son sentimientos que no queremos que se confundan para no dañar a nadie. Me hace gracia esa expresión, debería meter un euro en una hucha cada vez que me la dijeran.
“No quiero hacerte daño, eres muy importante para mi". Pues no me lo dirías si así fuera.
Qué bonita es la sinceridad cuando ésta no tiene réplica.
Y entonces ya todo empieza a ir mal y ya nada es lo que era. Temes hablar y que tus palabras creen un campo de minas, contar lo que sientes ya no resulta adecuado y soñar con abrazos es la última de las ideas.
¿Por qué no puedo reírme de todo y decirte que no me quieras?
Me tienes como un ser especial, yo no soy cualquiera. Por lo visto se ha de tener cuidado conmigo como si una muñeca de porcelana fuera.
Y todos insisten en lo mismo, no querer hacerme daño y sentirlo incluso sin saber si me lo han hecho.
Reconozco que a veces lloro, normalmente bajo la ducha. Pero no lloro porque me hagan sentir mal o no me quieran, hace tiempo que me convencí de que eso sería así, lloro porque no tengo oportunidad de expresarme y no se me cree cuando hablo. Lloro porque se me acostumbra a tener algo bonito y que me hace feliz y me lo quitan.
No lloro porque nadie me quiera. Las lágrimas por ese motivo cesaron hace mucho, quizás hubo meses que volvieron pero no podría asegurar que no fueran de cocodrilo. Y es que la amistad es lo que tiene, nunca puede darse nada por sentado si yo estoy en ella.
Que nadie dijo que fuera fácil, pero todos sabemos que si nos lo proponemos no tiene porqué ser tan difícil.
No sé si esto tendrá cura, se podrá hablar y mis noches volverán a contar con su presencia, lo que sí sé es que si alguien piensa que dejar de hablarme de una determinada forma puede ser la solución, es que quizás yo no sea la mejor de las compañeras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario