jueves, 20 de febrero de 2014

Norias Dulces

A veces siento que mi vida es una montaña rusa, una noria o una película donde nunca se sabe cuál será el final.
Tras unos días bastante guerrera y con el ánimo caldeado por diversas cuestiones personales hoy me levanté muy feliz. De estas mañanas que despiertas y todo te parece mejor. Miré bajo mi cama y cogí el móvil que se había caído la noche anterior y apagué la alarma. Y mientras tocaba debajo del colchón me topé con un calcetín azul que hacía tiempo había perdido, eso y unas cuantas pelusas que me hacían ojitos y me daban los buenos días.
Aún dormida he caminado tambaleándome hacia la cocina y me he hecho el café, ya no quedaban ni magdalenas ni ningún dulce así pues hoy unos cereales y un kiwi. Ya podía empezar la jornada.
La mañana ha sido tranquila, con los problemas en mi ordenador y la impresora pero ahora teniendo sumo cuidado de guardarlo todo perfectamente.
Cuando he terminado todo lo pendiente ya era casi la hora de comer. He ido a por el pan y he comprado varias cosas para hacer una tarta por la tarde. De hecho he comprado demasiado porque tenía en mente dos tartas diferentes y he cogido los ingredientes para las dos, como si con una no tuviera suficiente.

En la frutería una conocida me ha saludado alegremente parándome a darme conversación. De por sí he sospechado ya que normalmente no suele saludar a nadie incluso se cambia de acera por no hablar y se hace la despistada, pero hoy me ha comentado que iba a abrir una tienda de ropa, así que ya podía pasarme en unos días a la inauguración. ¡Eso era! Estaba haciéndose publicidad. Pues conmigo no iba a contar eso desde luego, más que nada porque ese tipo de ropa, que tan de moda se ha puesto por aquí últimamente, no va conmigo.

Al salir del supermercado un hombre que vende espárragos en la calle me ha silbado cuando he pasado por su lado. Yo me he quedado mirándole pensando si sería a mi, quizás ese hombre podría haberme visto comprar verdura o simplemente le podría haber llamado la atención mi culito... pero no me ha dicho nada más y he seguido mi camino.
He llegado a casa y un olor a quemado inundaba la escalera. Al abrir la puerta he encontrado a mi madre disgustada porque se le habían pegado las lentejas y ahí andaba ella rascando la olla y quejándose de su despiste.


Y no he parado de reír, porque ella que siempre se vanagloria de lo bien que lo hace todo y que yo no sé cocinar, hoy que precisamente había usado unas lentejas muy buenas van y se le queman. La que siempre se queja de que yo sólo hago guarrerías incomestibles, pero que bien que se las come, y que desconozco el arte de hacer un buen cocido, potaje, lentejas... en definitiva comida de cuchara, estaba tirando la comida. Sólo se ha podido salvar un plato, que por bocazas y reírme me lo he comido yo. La verdad es que si llega a ver eso Chicote lo tira al contenedor con la olla y todo pero tampoco estaba tan mal. 
A última hora de la tarde he pensado que en lugar de irme a tomarme unas cañas me iba a meter en la cocina y me he puesto manos a la obra. No iba a hacer las dos tartas pero si al menos una, la tarta tatin. Una receta francesa adaptada a mi dieta, baja en calorías y sin azúcar. No sabía cómo saldría pero apenas he tardado unos minutos en hacerla y cuando la he sacado del horno mi madre ha venido atraída por el olor que procedía de la cocina. Un intenso olor a manzana asada y mermelada de melocotón... 


Y ya sólo tenía que darle la vuelta y comprobar que podía quedarme tan bien como la de la receta, porque la verdad es que mis presentaciones no son las más bonitas pero lo importante siempre es intentarlo y sobre todo que esté rica, a pesar de que no entre por los ojos a primera vista. 


Pero no ha quedado del todo mal a pesar de que los bordes de la masa se hayan quedado pegados al molde y los haya tenido que unir con la mermelada, pero si no lo dices tampoco se nota mucho y como es la primera pues siempre hay algún fallo. La próxima será mejor seguro. 

Eso si, he acabado la tarde de una forma muy dulce y en cuanto a la sensación personal también. Me he dado cuenta de que hablar los problemas soluciona posibles conflictos y evita enfrentamientos innecesarios. 

Sí, soy un cúmulo de sensaciones, de sentimientos que corren desbocados sin saber muy bien dónde dirigirse, pero creo que todos tenemos nuestro encanto y el mío es precisamente ése, el actuar sin pensar en las consecuencias, sólo haciendo lo que el corazón me dicta en cada momento. 

¡Hagámoslo! Al fin y al cabo tan solo podemos subir a la noria en la feria. 


3 comentarios:

  1. Nos tendríamos que juntar las dos y montar una pastelería jajajajaja.

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    1. Yo visualizo una pastelería donde poder tomarte los pasteles en un lounge... estaría genial. Toma nota de la idea y lo pensamos. :)

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    2. Jajajajajajaja me lo estoy imaginando!!! Estás loca!!!! XD

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