miércoles, 7 de mayo de 2014

Medianoche te amo

Estos últimos días me he dedicado a conocer gente, a hacer nuevas amistades surgidas de la nada o a poner cara a otras que por mi vida andaban pululando.
Me sucedió algo curioso y es que estando colocando la bandera azul y blanca que un miembro del ayuntamiento me había traído para decorar mi balcón al paso de las mondas (una fiesta local), un vecino estaba haciendo lo mismo que yo. Era un chico joven y nos hizo mucha gracia vernos en la misma situación y mientras yo me esforzaba en que mi bandera quedara mejor colocada que la suya, él se esforzó en intentar quedar conmigo. Una cita de balcón a balcón.
No lo había visto nunca, o quizás si lo había visto pero no me había fijado en él hasta ese momento. Y así un día quedamos a tomar algo y dar una vuelta y nos hemos ido conociendo. Sonará raro pero no ha pasado mucho más, suelen ser mis citas habituales.
El chico, que era un par de años más pequeño que yo, acababa de salir de una relación hacía poco y yo tengo una edad en la que pienso que no soy la transición de nadie y que tampoco quiero perder el tiempo con quien no tenga nada que aportarme.
La historia duró lo que dura un caramelo en el suelo durante la cabalgata de los Reyes Magos y continué con mi vida.
Ese mismo fin de semana conocí a otro chico que me llamó la atención. Estaba con mis amigas en un bar y había un grupo de chicos interesantes. Dio la casualidad que uno era vecino de una de mis amigas y cuando fue a saludarle el resto mirábamos embelesadas a los demás. En concreto yo me fijé en un rubio alto y con un tatuaje en el brazo. No me gustan los tatoos pero podría hacer una excepción por una noche.
Una de mis amigas me dijo que le tirase una gominola (que nos las habían puesto en un platito junto con las copas) a lo que me negué en rotundo dada mi mala puntería y que no me parecía una forma adecuada de llamar la atención para alguien de nuestra edad. De tanto pasar el tiempo decidiendo cómo intentar que el rubio se fijase en mi no nos percatamos de que se estaban poniendo las chaquetas para marcharse. Entonces en el preciso momento en que todos recogían yo le hice un gesto al rubio con el dedo "psss psss" le llamé. Entonces vino a nuestra mesa y yo con mirada de te comía aquí y ahora, le dije que por qué se iban ahora que nos lo estábamos pasando tan bien comentando sobre ellos. Él un tanto extrañado y sonriendo me dijo que marchaban a otro bar y que podríamos vernos allí.
Obviamente no fuimos a ese bar, no debía parecer que fuéramos a buscarlos así pues decidimos irnos a bailar a una discoteca y nuestra sorpresa llegó cuando al poco de estar allí llegaron ellos.
Me hizo mucha gracia el juego de miradas y las veces que pasaban por nuestro lado para pedir una copa o ir al baño. Sin embargo no decían nada. Y eso me da rabia, últimamente pienso que las chicas somos más atrevidas que los chicos y no me agrada. La verdad es que nunca me ha dado vergüenza hacer o decirle nada a nadie pero que digan que son tímidos... ¡venga ya!
En uno de sus paseos al baño y mientras me miraba, intenté agarrar al gominola (así fue como le denominamos) por un brazo pero se me torció el pie y lo único que conseguí fue pellizcarle un pezón. Si, muy normal en mi, la torpeza cuando estoy nerviosa. Me miró, me sonrió y sólo se me ocurrió ponerme a bailar mientras le decía que le dejaba marchar pero la próxima vez que pasara por mi lado no se iba a escapar tan fácilmente.
La noche continuó con tonteos varios, risas, bailes y regresamos a casa con una copa de más y otro intento de conquista en vano.

Este fin de semana tuve otra cita, alguien a quien "conozco" desde hace un tiempo me comentó que iba a pasar unos días cerca de donde yo vivo y que podríamos poner cara a nuestras letras. Me gustó tanto la idea que me ilusioné mucho. Le preparé una tarta de chocolate y naranja y quedamos en el parque.
Ese momento en el que le ves sentado, esperándote en el banco del parque, con su camiseta de los cuatro fantásticos y sus zapatillas rojas, como me había dicho. Se me pasaron muchas ideas por la cabeza, la primera fue... pues está muy bien para su edad. Y el resto de pensamientos... me los guardo para mi. Me dio un abrazo y yo le di la tarta. Nos fuimos a tomar unas cañas y empezamos a "reconocernos". Cada vez que alguien me cuenta su vida y la historia que le envuelve me doy cuenta de lo afortunada que soy de que la gente confíe en mi lo suficiente como para poder hacerlo. Y me maravillé.
Me di cuenta que a veces las historias sentimentales profundas nos acercamos sin conocernos. Me contó tantas cosas sobre él y le conté tan poco sobre mi que me gustó. Yo estaba ahí, bebiendo cerveza mientras él narraba su vida y poníamos en común sentimientos pasados.
Por la tarde fuimos a dar una vuelta y  terminamos sentados en una terraza tomando otra cerveza y un pincho de morcilla y huevo que se me estuvo repitiendo toda la santa noche. Menos mal que no tenia pensamiento de besar a nadie porque sino...
Cuando llegó la hora de despedirnos él me acompañó hasta la puerta de casa pese a que tenía el coche un poco lejos, y poco antes de entrar me dio un abrazo y prometió volver.

Lo bonito de conocer a alguien nuevo ya no es simplemente conocer su historia, sino todo lo que te enseña. Cuando una persona te cuenta su vida siempre hay algo que puedes aprender o simplemente a amar cada medianoche por dar paso a un nuevo día en el que poder conocer a más gente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario