jueves, 31 de julio de 2014

Treinta Y Uno

Hace tan solo unos días cumplí treinta y un años. La idea era volver a cumplir treinta ya que el año pasado no lo pude celebrar, pero el tiempo pasa y por mucho que nos esforcemos en cerrar los ojos la realidad al abrirlos es la que es.
Me propuse muchas cosas por mi cumpleaños, pasarlo bien en definitiva y sinceramente así lo hice. Tuve lo que quería y aunque rechacé planes me gustó todo lo que sucedió.
Conocí gente nueva, tuve un striptease y me regalaron cosas que me llegaron al corazón, no por el regalo en sí sino por el significado. Incluso gané confianza en mi misma y pese a no hacer ningún plan todo salió perfecto en su justa medida.
El problema vino luego, cuando te das cuenta que los deseos duran lo mismo que mientras soplas las velas.


No miraré a nadie puesto que son pensamientos míos, pero siento que las cosas se han torcido demasiado pronto y no atisbo a quién echar las culpas.
Que igual me ilusioné demasiado rápido, reí demasiado fuerte, soñé demasiado lejos y escuché demasiado poco.
Nunca pensé que escuchar a tus instintos causara estas pequeñas tragedias, lo cierto es que ni tan siquiera pensé.  Porque a veces parece que pienso mucho y en ocasiones me sorprendo a mi misma sin saber qué estoy haciendo.
Llevo un tiempo acumulando mariposas, de esas que se te meten dentro y no te dejan pensar en ocasiones, y te hacen cosquillas y te dejas que te las hagan.
Supongamos que todo tiempo llega a su fin, es como cuando te sientas en una terraza a tomar algo y una vez que te has bebido el refresco y los hielos se empiezan a deshacer sabes que o te tomas otra o te tienes que ir, pues algo así sucede. Cuando ese tiempo indeterminado acaba, te levantas y te vas, dejando los hielos medio derretidos convirtiéndose en agua que más tarde se derramará por el sumidero.
Pero ¿dónde van esas mariposas? ¿dónde van las sensaciones que se sienten cuando alguien te coge de la mano sin esperarlo? ¿dónde van esos recuerdos de besos que tanto te gustaron?


No van a ningún sitio porque nunca se trazó un plan donde debieran ir en caso de sentirlos, y tampoco hay un contenedor rosa donde arrojarlos, es por eso que te los vas guardando dentro y esperas algún día resucitarlos, pero pasan las horas y los días y te das cuenta que lo que antes significó algo posiblemente hoy no signifique nada y que esas mariposas hay que liberarlas porque es verano y hace demasiado calor para que permanezcan encerradas sin saber cuál es su destino.
Intentas hablar, expresarte sin que se note demasiado pero no hay respuesta. Preguntas al vacío y le hablas de filosofía kafkiana para ver si así te entiende, pero te da la espalda y te dice que no pienses, que vivas simplemente. Que no se puede planear nada que surge de repente, que el futuro no está predicho sino que lo elaboramos poco a poco con el día a día.
Y ya los te echo de menos mezclados con las ganas de verte quedan en una mezcolanza de olor a miel en el cuerpo y besos con sabor a chocolate ahumado.

Quizás toque comenzar de nuevo, porque aunque no te lo digan son cosas que se intuyen y que nadie habla por miedo a destruir potenciales ilusiones que no se sabe a ciencia cierta si están creadas del todo.
Toca salir a disfrutar del buen tiempo, tomarte un tinto de verano, disfrutar de la imaginación volviendo a ser pequeña y sonreír a cada instante.


Y así, sin planes a la vista la vida va surgiendo sin esperar nada en ocasiones y esperándote en otras muchas pero sabiendo que no sirve de nada alimentar un recuerdo que lo único que desea es morirse de hambre.

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