lunes, 4 de agosto de 2014

Hablemos de Amor

Hoy me pasó un amigo el guión de una boda civil, que tiene que oficiar en unos días, para que le echara un vistazo y le corrigiese lo que viera mal y elaborar una especie de discurso sobre el amor dirigido a unos amigos suyos. Normalmente y en un día cualquiera podría decir muchas cosas bonitas, expresar muchos sentimientos que reflejados en el papel traspasaran la piel de las personas cuando fuesen leídos, pero lo cierto es que hoy no puedo sentir nada, sólo vacío.

Es muy difícil, o al menos a mi me lo parece, hablar de amor cuando no sabes si realmente lo has conocido. Siempre pensé que sí, pero últimamente mis ideas no dicen lo mismo.

Anoche tuve una conversación que pese a terminar bien me dejó muy pensativa, tanto que esta madrugada me he despertado a las cinco pensando en lo que este lunes iba a depararme. Por mis pensamientos auguraba que nada bueno. Lo he querido comenzar bien, esperando que todo sucediera como siempre, pero llega un punto que crees que no puedes, que te apetece avanzar sobre algo pero no te sientes correspondida. Y ya no es que sientas tristeza sino que te preguntas hacia dónde debes o quieres ir llegado a ese punto, quizás de no retorno. Pones las cartas sobre la mesa y te das cuenta que en la baraja sólo hay bastos y espadas, las copas se quedaron atrás y los oros no sabes si los viste alguna vez. Intentas visualizar y comparar con lo que hace tan sólo un par de semanas te llenaba de felicidad y en estos instantes no sabes dónde encontrarlo.
Yo me equivoco mucho, pero pese a mis impulsos, suelo seguir una línea constante. Me gusta conocer a alguien y si veo que todo funciona seguir conociendo hasta ver que posiblemente no haya salida, pero nunca huyo cuando creo que podría ir bien. Nunca espero nada más allá que lo que esa persona pueda ofrecerme, o quizás sí lo espero y por eso me ilusiono. Me ilusiono con palabras tontas, con abrazos que te estrechan y te hacen temblar, con risas cómplices, con besos que parece que nunca acaban y con caricias que parecían no tener final.

Esta tarde quedé para tomar café con mi primo y sus ilusiones. En realidad no era mi mejor momento pero puse una medio sonrisa mientras removía la sacarina.
"He pensado que esta noche voy a darle una sorpresa a Elena, voy a prepararle una cena con velas en la terraza y con suerte veremos las perseidas" me decía. Y mientras me hablaba y me pedía consejo sobre el menú, yo pensaba en que la noche anterior había hablado sobre ese tema, me había ilusionado pensando que este año me acompañarían a pedir deseos y así lo dije, pero no obtuve respuesta. Hace días que no tengo respuestas pero tampoco sé muy bien si hago preguntas.
Mientras acompañaba a mi primo al supermercado y compraba el helado de chocolate, las fresas y demás comestibles yo seguía pensando en lo que hoy había sucedido.

Pocas veces en mi vida he sido valiente respecto a los sentimientos, siempre he arriesgado y he sido de las de tratar de arreglarlo aun a sabiendas de que no podía funcionar. Esta vez no me he visto capaz de hacerlo y he sido yo la que he lanzado el dardo envenenado que sabía que a la única que iba a lastimar era a mi.

"Somos tan iguales y a la vez tan distintos que me da miedo".

Hoy pensé que no debía tener miedo, enfrentarme a lo que sucediera y decir lo que pensaba, sin embargo cuando el giro de los acontecimientos ha sido el evitar luchar, me he dado cuenta que yo no podía dar más de mi. Puede que dudes sobre tus sentimientos, sobre todo al inicio de algo que no se sabe dónde acabará, pero cuando hay dudas lo que haces, o al menos en mi caso hago, es intentar mantener a esa persona junto a ti, tratar de encontraros para seguir conociendo si esas partes que tanto os gustaron el uno del otro son reales, pero nunca apartando a la otra persona dejando de luchar.

Y de repente me ahogaba, eran las cinco de la tarde y apenas podía respirar.

He caminado a solas, no había nadie en la calle y me he sentado en un banco de hierro mirando hacia las palmeras y no he pensado en nada.


Durante un buen rato mis ojos permanecían fijos e impasibles. Ha pasado una pareja de la mano y yo seguía mirando al infinito. Poco después una señora con un carro de la compra y pinta de loca se ha sentado en un banco al lado del mío. Se ha quedado quieta y al levantarse me ha dicho algo que no he logrado entender y se ha ido. He sonreído pensando en que podría haberme echado una maldición y mi vida seguiría siendo igual.
Cuando ha empezado a correr el aire me he levantado, he sacado mis dotes de exploradora, me he chupado el dedo índice y me he encaminado hacia donde el viento me llevara.
He acabado en una plaza con columpios. Estaba vacía y mientras me dirigía al banco de madera el aire me ha susurrado algo, he prestado toda mi atención y he escuchado. "Gema, para".
Me he quedado quieta y he mirado como los columpios se movían lentamente. Me he girado y a la derecha había una pintada en la pared.


¿Acaso fue eso lo que hicimos? ¿Saltamos sin pensar? Posiblemente. Yo que me caracterizo por pensar tanto, no me doy cuenta que es precisamente lo que no hice. Y es que a veces todo encaja tan bien que no ves posibles fisuras y te arriesgas sin conocer que hay corazones que no pueden abrirse al mundo y entonces una lágrima recorre tu mejilla y antes de que te des cuenta el viento la borra, te levantas y sigues caminando. Ahora con un rumbo fijo y una idea más clara.

Yo siempre supe lo que quise nada más verte ahí sentado en el banco, cuando aún no sabía que eras tú.

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