jueves, 29 de mayo de 2014

¡Fuera de mi cocina!

Desde que tengo conciencia gastronómica llevo gritando esta frase: ¡FUERA DE MI COCINA! Y lo digo con tal ímpetu que si no me conocieses de nada creerías que estoy poseída por el demonio del chocolate o que necesito un valium.
Pero lo cierto es que me pone muy nerviosa el que la gente me observe mientras cocino y lo que peor llevo es que me digan cómo lo tengo que hacer, o peor aún, que me digan que todo lo hago mal. Sí, yo no serviría para concursos tales como masterchef, deja sitio para el postre o mi madre cocina mejor que la tuya. Bueno, igual para éste último quizás sí porque sería muy divertido ver cómo mi madre y yo nos lanzamos cuchillos y al final acabamos muertas de risa tiradas por el suelo.
Hace unos años ya, la primera vez que el chico con el que estaba vino a pasar un fin de semana a mi casa, yo decidí hacerle una estupenda cena. Compré todo lo necesario para que saliera bien y me puse manos a la obra desde por la tarde. Cuando llegó recuerdo que ya era de noche, le di un beso, le puse la tele, lo senté en el sofá y le dije: espérame ahí. Y yo me fui a la cocina y toda nerviosa me puse a cachurrear, se me empezaron a quemar las cosas y casi prendo fuego a los muebles. El amor.
Pero aún recuerdo cuando estando abriendo puertas y ventanas él se acercó a la cocina y muy sutilmente me susurró que si podía ayudarme. Me giré y con cara de muy malas pulgas le señalé con el dedo hacia el salón y le dije: ¡fuera de mi cocinaaaaaa!
Ese fue nuestro primer fin de semana juntos y durante los años restantes creo que no volvió a pisar la cocina salvo para fregar los platos. Porque ese era el trato, yo cocinaba y él fregaba. Algo justo.
Cuando se fue siempre recuerdo que en el estado de su messenger (porque antes hablábamos por ese medio) dejó durante mucho tiempo "Get out of my kitchen" Seguido de un "el mejor fin de semana de mi vida." Sus amigos nunca supieron a qué se debía tal pensamiento estúpido.

Hoy he vuelto a recordar todo esto. Resulta que hace unos días mi mejor amigo me regaló dos docenas de huevos, y mi madre agradeciéndoselo le comentó que le haría una tarta, eso seguido de un "que ricos están tus huevos" lo cual nos hizo reír a ambos durante un buen rato.
Claro, en mi casa la repostera soy yo, todo sea dicho. Mi madre es la que se encarga de cocinar las comidas de cuchara y lo que yo no controlo, pero la encargada de los dulces es la menda lerenda. Hasta ahí bien. He empezado la tarde batiendo huevos. Aprovechando que mi madre estaba tirada en el sofá viendo la novela y no podía molestarme, me he puesto manos a la obra.
He cogido una receta que me sale bastante bien y he cambiado algunos ingredientes puesto que al padre de mi amigo no le gusta mucho el chocolate.
Todo iba bien hasta que la novela ha terminado y mi madre ha empezado a meter el moco donde nadie la había llamado. Que si tapa la tarta porque el horno te la va a quemar, que si la crema pastelera te ha quedado muy líquida, que si no sabes porqué no me preguntas y un largo etc que me ha hecho gritar la frase y con todo y con esas he tenido que sacarla a empujones y cerrar la puerta. A punto he estado de atrancarla con el cepillo de barrer.
Es obvio que mi madre tenía razón, la crema me había salido líquida porque he cogido mal las cantidades y cuando he hecho lo que me ha aconsejado de tapar la tarta por arriba para que no se quemara, mi querido horno me ha quemado el papel y ha empezado a salir humo negro. Muy asustada he abierto la puerta y una pequeña llama casi me quema las cejas.
Un pequeño gritito ha salido de mi interior y mi madre corriendo ha llegado a la cocina. Al ver tal estropicio ha empezado a chillarme y a decir que no podía dejarme sola. Entonces me he puesto más nerviosa y hemos seguido gritando las dos, a cada cual más alto. Tenía ganas de meter la cabeza de mi madre dentro del horno, pero me he contenido porque no tenía las pintas adecuadas para que sacaran una foto mía en la sección de sucesos del periódico.
Cuando he abierto la tarta por la mitad me he dado cuenta que lo del centro no se había terminado de cocer y he tenido que meter otra vez una de las mitades al horno de nuevo. La he puesto en un platito y para dentro. Cuando lo ha visto mi madre me ha vuelto a decir que lo estaba haciendo mal, que ése no era el recipiente adecuado para que se cociera y entonces ha sacado la tarta y la ha volcado en el molde metálico. Hasta ahí bien, el problema es que mi madre lo que es tiento no tiene ninguno y lo hace a lo bruto. ¿Qué ha pasado? Que me ha rajado la tarta en dos partes. Para una vez que la logro sacar entera sin que se me raje dentro del horno, va y me la raja ella.


Éste era su estado inicial, antes de que mi madre la tocase. Luego una vez abierta por la mitad y visto que estaba un pelín cruda y tras montar todo el circo que hemos montado en la cocina, mi madre ha metido su mano y la ha dejado tal que de esta guisa:


Cuando la he visto casi quemada y con dos rajas he estado a punto de explotar. El cuchillo jamonero me llamaba pero he contado hasta diez y al final he cogido otros tres huevos y me he puesto a batir de nuevo. No podía darle esa tarta a mi amigo porque no estaba ni presentable. Entonces rápidamente he vuelto con todo el proceso, huevos, harina, cítricos, y esta vez en lugar de crema pastelera he hecho flan. Nada podía fallar. Pero está claro que eso no es así. Mi vitrocerámica se ha vuelto loca y me ha pegado el flan, ha empezado a hacerme grumos por todos sitios y no sabía cómo meter mano. Y ahí es cuando mi madre ha vuelto a entrar y a decirme lo mal que lo estaba haciendo, ¡como si yo no lo supiera! Y de nuevo la he vuelto a echar de la cocina y he intentado arreglar aquel desastre. Finalmente el relleno ha quedado aceptable, al menos estaba rico y tenía buena pinta.


Tenía sólo media hora hasta que mi amigo llegase a recoger la tarta y aún me faltaba poner la decoración. Y ahí es cuando mi madre ha empezado a darme sus consejos y ha metido mano en mis ideas. Tras empezar a respirar y a contar hasta 10 y hasta 100 he decidido que lo mejor era salir yo de SU cocina y dejarla hacer.
Ha puesto la tapa a la tarta, la ha pintado con mermelada y ha rallado un poco de chocolate. Como la veía un poco sosona yo le he puesto unas almendras molidas por encima y lo he dejado estar. Mi amigo estaba al caer y en ese momento yo sólo quería tirarme por la ventana.


Al llegar mi amigo a casa nos ha mirado a ambas y sabía que no podía decir nada o le caería a él el chaparrón. Así pues nos ha dado las gracias y mientras bajaba por las escaleras me decía que no nos matásemos.

No contenta con cómo había quedado mi tarta he decidido arreglarla. Debía aprovechar que estaba sola para poner un poco de chocolate al baño maría y sino podría solucionar nada, al menos yo me iba a dar un gusto, que me lo tenía merecido.
Con un poco de paciencia, he conseguido hacer una especie de flor con el chocolate. He cubierto las rajas y con una espátula he formado como un gran girasol en cuyo centro le he puesto las semillas, formadas por cuadraditos de almendra.


Cuando ha entrado mi madre en la cocina ha mirado mi tarta y ha dicho: pues te ha quedado muy bonita. Esperemos que esté rica...
Siempre tiene que poner un pero, siempre. Pues sí, me ha quedado bonita y por lo poco que he probado estaba muy buena ¡QUÉ!

Ahora ya más calmadas las dos nos hemos echado a reír y la he dejado en la cocina haciendo la cena mientras yo escribía este post y me como un pedacito de mi tarta de flor de chocolate.

Creo que mañana no apareceremos en la sección de sucesos de los periódicos.

2 comentarios:

  1. Me he imaginado la situación a la perfección tal como lo describes y me has sacado unas risas.

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    1. ¿También me has imaginado con el cuchillo jamonero en la mano? jejejeje ya ves el estrés que sufro. Gracias por leerme. Un abrazo capitán.

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