miércoles, 17 de septiembre de 2014

Nunca Pares

Hay días en los que no paras ni un solo minuto. Te despiertas y sabes que tienes mil cosas por hacer y no puedes perder ni un instante.
Desde bien temprano he ido dando botes por todos lados y con una musiquilla en mi cabeza, la escuché por la calle nada más salir y lo más curioso de todo es que la volví a escuchar en la televisión antes de irme a dormir. Yo no suelo llevar música nunca, ni cascos, ni tengo miles de canciones en el móvil, ni en el mp3. Soy de escuchar los ruidos de la calle, la música que llevan los coches o incluso la de los propios móviles de la gente cuando suenan.
A última hora de la mañana me fui a la peluquería, cada vez que voy pienso que necesito un cambio de look. Teñirme de pelirroja, raparme el pelo a lo teniente O´Neil o simplemente alisarme estos rizos locos. Sinceramente nunca me he atrevido a nada que no sea alisármelo y hoy no era un día propicio ya que llovía; así pues llego, me siento a que me den el masajito de rigor en la cabeza mientras me lavan el pelo y frente al espejo y con cara de pollo mojado le digo a la peluquera: me cortas tres deditos o un poco menos, que luego se me seca y parezco una escarola ¿vale?
Cierro los ojos y relajo la mente. Chas chas chas chas chas oigo las tijeras...
Mírate al espejo -me dice la peluquera. Vale, un poco corto pero no está mal. Pásame el secador a ver cómo queda.
Me pone el difusor y mientras me seca el pelo cabeza abajo miro a la señora que hay sentada frente a mi esperándome.
Niña, se te ve el sujetador -dice la buena mujer. Y yo me callo porque le veo la faja pero no veo bien el decirle lo que por mi mente se me pasaba en ese momento.
Pago a mi peluquera y le dejo la propina de rigor tras haberme contado su vida sanitaria, lo que le han costado los libros de sus dos hijos y las vacaciones de su vecina la pija.
Salgo a la calle y un viento repentino me revuelve el pelo, menos mal que no me ha peinado. Entonces es cuando empieza a llover, a gotas gordas además. No un chirimiri no, de estas gototas que con sólo caer dos ya te han empapado medio cuerpo.
Y así, hecha un higo llego a mi casa, me mira mi madre y me dice: hija, no sé de donde vienes pero das asco. ¿Se puede saber qué te ha pasado en la cabeza?
Me he cortado el pelo mamá -respondo con una media sonrisa. Bueno, siéntante a la mesa que vamos a comer.

Sin casi descansar, esta tarde me he ido a hacer un taller de fieltro. Cuando tengo hueco me suelo apuntar en la casa de la juventud a hacer manualidades, o como dice mi madre a traer mierdas a casa para acumular polvo.
Nada más llegar he saludado a los compañeros que nos conocíamos de otros talleres y nos hemos puesto manos a la obra. La idea era hacer un búho de fieltro que sirviera como costurero para guardar bobinas, agujas y demás. Yo como para eso tengo una caja de galletas de toda la vida he pensado que iba a hacerlo más sencillo y así tendría un peluche más para la colección.
Hemos recortado los patrones, escogido los colores y hemos empezado a pegar. Teníamos dos horas para hacer el muñeco y cuando llevábamos una hora y media yo llevaba sólo la mitad del trabajo.

Desde pequeña he sido muy lenta, no es porque yo lo sepa sino porque siempre me lo ha dicho mi madre. En la clase de plástica yo siempre era la última en terminar y luego me quedaba ayudando a recoger a la profesora. Cuando llegaba a casa mi madre me decía que cómo podía ser tan lerda para hacer las cosas, ella veía que mis amigos lo hacían rápido y yo tardaba el doble. Siempre creí que me lo decía para meterse conmigo pero hoy le he dado la razón. Éramos 7 en el taller, en concreto 6 chicas y un chico, pues lo cierto es que todos han terminado el muñeco menos yo. Me he esmerado tanto en poner los colores, en recortar cada pieza con suma perfección y en pegarlo bien que cuando me he dado cuenta mis compañeros ya estaban rellenando con guata el bicho. Incluso hasta el chico que decía no haber cogido una aguja en su vida ya lo había cosido y yo estaba haciendo lo que el resto habían terminado en la primera hora de clase.
Cuando ha llegado la hora de irnos y mis compañeros han empezado a recoger es cuando me he puesto nerviosa y me he bloqueado. Entonces he pensado que lo mejor era llevarme el relleno del muñeco y el hilo para coserlo en casa, o dárselo a mi madre para que me ayudara a hacerlo.
La profesora me ha dicho que el mio era el que más le gustaba por los colores que había elegido, pero que como no lo había terminado pues no sabría cuál sería el resultado final.


Yo no es que tenga mucha imaginación para hacer las cosas o combinar colores, simplemente mezclo lo que me gusta y ya. Verdes, naranjas, amarillos y rojos suelen ser mis bases para todo, incluso para la ropa con la que suelo vestir. Hoy no iba a ser menos y he disfrazado mi búho con esos colores añadiendo unos corazones, porque el resto ha puesto flores y la verdad es que a mi las flores como que no me van demasiado.
Y sí, ya sé que no está terminado pero aun así me gusta como ha quedado lo poco que he hecho.


Nada más salir y tras ayudar a la profesora a recoger, ha venido a buscarme un amigo y nos hemos ido al cine. Llevaba varios días insistiéndome que quería ir a ver la película de El Niño y yo me negaba porque creía que no me gustaría, pero al final me ha convencido y hemos ido.
Al sacar las entradas él quería invitarme y le he dicho que no, total que nos hemos puesto a discutir y la taquillera se ha enfadado y nos ha dado a cada uno las vueltas y las entradas por separado.
Eso sí, mi amigo ha comprado palomitas gigantes y le he cogido unas pocas... bueno, en realidad bastantes porque no había merendado.
El caso es que nos ha tocado sentarnos en medio de dos parejas y por no levantar a todo el mundo nos hemos puesto en una esquinita pensando que ya no vendría nadie más. Error, nada más apagar las luces una pareja nos ha levantado de nuestros asientos, nos hemos puesto en otros y a los dos minutos de empezar la película nos han vuelto a levantar. Total, que por tercera vez nos hemos vuelto a sentar en otra esquina y cada vez que venía alguien mirábamos de reojo con temor a que nos levantasen de nuevo.
Le película ha transcurrido bien, de hecho incluso hasta me ha gustado, salvo por el final. No quiero hacer ningún spoiler pero es un final que por muy bien que hayan hecho la trama e hilado el argumento, no tiene sentido y para mi gusto estropea la película. Quizás me gusten demasiado los finales felices, puede ser. Pero ha estado bastante bien dentro de lo que cabe y ver el culo del protagonista ya merece el precio de la entrada, a día del espectador que conste.

Y así, tras numerosas actividades y risas he llegado a casa, le he enseñado el búho a mi madre y me ha dicho: ¿tanto tiempo fuera y lo traes sin acabar? Hija, eres igual de lerda que cuando eras pequeña.
Pues mira sí mamá, tienes razón. Soy tan perfeccionista con cada detalle que siempre llegaré tarde y nunca acabaré lo que me propongo.

Entonces la canción que esta mañana iba tarareando por la calle ha sonado en la televisión...
"I used to rule the world, seas would rise when I gave the word...."


Me he sentado al sofá, he cogido un par de onzas de chocolate y he empezado a tararearla mientras movía los pies bajo la mesa y he pensado en que adoro estos días en los que tu mente no para de crear y de divertirse. Seré muy lenta y lo haré mal, pero al menos lo intento que al fin y al cabo es más de lo que otros nunca podrán llegar a decir.

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