sábado, 27 de septiembre de 2014

Gripes y otros cuentos

Ayer pasé muy mal día. Por la mañana desperté regular y tenía un poco de fiebre, pero la cosa empeoró cuando empecé a vomitar todo lo que comía y un tremendo dolor en el pecho apenas me dejaba respirar. A eso de las cuatro de la tarde y tras tomarme la temperatura por décimo novena vez y meterme en la bañera con agua medio fría y ver que había superado los 40º C de temperatura, tuve que ir a urgencias. Allí estuve esperando un buen rato puesto que obviamente no tenía prioridad ni era un caso grave. Al cabo de una hora y tras empezar a hablar yo sola con las paredes, una enfermera vino a buscarme y me metió en una sala donde empezaron a auscultarme. Cada vez que respiraba fuerte, un ruido dentro de mi como si fuera un gremlin que quería salir, se oía a través del fonendoscopio del médico.
Me toman la temperatura, 40´5ºC y me dicen que por qué he venido tan tarde y si me había tomado algo. Pues verá, yo creí que se me bajaría y es que lo de meterme un supositorio no lo veo, de hecho el último me lo puso mi madre y era pequeña, a partir de ese momento dije que por el culo no y hasta ahora. El médico que era un hombre serio y con mirada perdida me miró y se echó una sonora carcajada.
De acuerdo, me dijo, nada de supositorios, te vamos a pinchar nolotil inyectable para que te baje la fiebre y te dejamos en observación a ver si en una hora o así no te sube.
El dolor del pecho es lo que me preocupa, vamos a hacerte unas placas para descartar neumonía y bla bla bla... ya no me enteré de nada más.
Un celador bastante guapete me subió a una silla de ruedas y yo misma le miraba mientras me paseaba por los pasillos y pensaba: lo mal que debo estar para no estar tirándole los trastos a este buenorro...
Y ahí, me tiré un buen rato con las tetas al aire entre las placas y las auscultaciones y no sentí nada, era como estar drogada. Luego me llevaron a la sala de observación y allí estuve tirada otro par de horas viendo pasar gente.
Cuando volvió el médico y me miró con cara seria giré la cabeza y le dije: ¿es ébola verdad? El médico se echó a reír de nuevo y me dijo, tranquila que no tienes ni neumonía. En realidad lo que tienes son mocos. Así que o los echas o te seguirá doliendo el pecho. Te mandaré un medicamento para la fiebre por si te sube y otro para que expectores, y como no te podemos poner suero te vas a casa e intentas cenar algo ligero. Le miro muy seria y le digo: ¿brócoli al vapor?
El médico con cara de incredulidad mira a la enfermera y le dice: por favor, comprueba de nuevo la temperatura de esta chica antes de que se vaya. Y así lo hicieron, tenía 37ºC así que lo que hablaba ya no eran delirios y es cuando dije: es que soy así doctor. Y me dieron el alta no sin antes aconsejarme que cenase algo ligero, un poco de jamón de york o una tortilla francesa, nada de brócoli o verduras fuertes. Casi lloro.

Llegué a casa y miraba con pena como mis padres se comían las croquetas de brócoli que habían sobrado y yo tomaba una triste ensalada con un par de filetitos de jamón de york.
Tras la cena y por las drogas me quedé traspuesta en el sofá, pero luego se me hizo complicado coger el sueño y me puse a leer cuentos que tenía escritos. Me encontré con uno que me gustó mucho cuando lo escribí, lo volví a leer y los recuerdos volvieron a mi y el sueño...

TORMENTA

Había una vez un niño que le tenía miedo a las tormentas. Era muy aprensivo y asustadizo y el mal tiempo le ponía muy nervioso. No le gustaba mucho salir de casa los días de lluvia por miedo a que un rayo pudiera caerle encima.
Cuando hacía un día gris se encerraba en su cuarto y se ponía a dibujar. Esos días su cuaderno se llenaba de colores, verdes, rojos, amarillos y violetas. Todo para convertir el día gris en un gran arco iris.

Un día estaba en la oficina de correos esperando para enviar un paquete, cuando de pronto estalló una gran tormenta. No podían salir porque la lluvia era intensa y la mayoría de los que allí estaban no habían traído paraguas.
Él empezó a ponerse nervioso. Estaba lejos de su casa y se puso a temblar. Se sentó en un banco esperando que amainara la tormenta y con los ojos llorosos miraba hacia el suelo tapándose los oídos cada vez que un trueno sonaba.
Una chica que esperaba que la atendiesen se dio cuenta y se sentó a su lado.

- ¿No te gustan las tormentas? le preguntó la chica.

Él alzó la cabeza y la miró sorprendido. Una joven con una sonrisa preciosa estaba hablando con él. ¡Rápido! Contesta algo se dijo.

- Ah...
- ¿Cómo? dijo ella mirándole extraña.
- Que digo que las tormentas me ponen triste, tanta lluvia y este tiempo... no, no me gustan.
- ¿A qué has venido a correos? preguntó ella.
- Iba a mandar un paquete.
- ¡Yo también! ¿Qué coincidencia verdad?
- Bueno... esto es correos.
- Sí, ya lo sé. Y lo que hay detrás de la puerta sólo agua. Me refiero a que podrías haber venido a recoger algo o mandar una carta o a pagar una multa por ejemplo.
- Pues no.
- ¿Hablas poco o es sólo que te da miedo la tormenta?

Sin darle tiempo a responder la chica cogió ambos paquetes y se los dejó al de la ventanilla diciendo que los guardara un momento. Agarró al chico de la mano y lo sacó a la calle.

¡Vamos a correr bajo la lluvia! Le dijo sonriendo.

Él asustado sólo se dejó llevar. Aquella chica parecía estar loca y no quería llevarle la contraria.

- ¿Hace cuánto no haces algo por primera vez? Preguntó la chica con cara de picardía.
- Mmm no lo sé, no lo recuerdo.
- Yo nunca he salido de la oficina de correos con un chico de la mano a correr bajo la lluvia.
- ¡Claro! Ni yo tampoco.
- ¿Qué más cosas no has hecho nunca? Siguió preguntándole.
- Si las supiese seguro que ya las habría hecho alguna vez, ¿no crees?
- Yo nunca he besado a un chico bajo la lluvia.

Y sin esperar a que él reaccionara le besó en los labios. Un beso largo y húmedo que le supo a gloria.
Él se quedó callado sin saber qué hacer o decir y ella con su sonrisa pícara le miro su cara ruborizada y le dijo:

- Este beso me ha sabido mejor que comer brócoli.
- ¡Perdona! ¿Cómo puedes decir eso?
- Cada cual tiene unos gustos ¿no?
- Pero compararme con esa mierda...

Entonces ella le volvió a agarrar de la mano y se lo llevó a otro sitio, esta vez bajo una cubierta. Y le volvió a besar. Ahora más pausado y profundo, sin lluvia de por medio.

- ¿Te ha gustado? Preguntó ella.
- ¡Claro!
- Sin embargo los sabores eran distintos, antes sabías a lluvia y ahora no.
- Sí, pero sigue siendo el mismo beso, respondió él sin saber muy bien lo que quería decir.
- Por eso me gusta el brócoli, porque a pesar de que la gente diga que huele fatal no deja de ser una verdura bastante rica. Como tu beso. No deja de ser tuyo y ser especial, aunque diferente a los demás es fabuloso.

Entonces la chica le volvió a coger de la mano y lo llevó de nuevo a la oficina de correos.

- Ya puedes enviar tu paquete - le dijo.

Entonces el chico, con la camiseta llena de agua rellenó el papel y se lo dio al de la ventanilla para enviarlo.

- ¿No envías tú el tuyo? Le preguntó a ella.
- No hace falta, mi destinatario está aquí.

El chico muy sorprendido no sabía a qué se refería. Entonces ella pidió su paquete y se lo entregó al muchacho. En la dirección sólo ponía su nombre, nada más.
Abrió el paquete y dentro unas magdalenas le dieron la bienvenida.

- ¿Pero cómo es posible? Dijo él.

Llevo haciendo magdalenas cada semana y vengo a diario a esta oficina con la esperanza de encontrarte. Es más, ya me he hecho amiga de todos los que atienden porque los viernes cuando veía que ya no vendrías ellos se acababan repartiendo mis dulces. No tenía tu dirección y no podía preguntarte. Entonces decidí pedirte un paquete y sólo tenía que esperar a que vinieras. Era fácil. Pero escogiste el peor día para salir de casa.

El chico muy asombrado no sabía si reír o salir corriendo.

Ahora en tus manos está, dijo ella. Tú decides si compartir conmigo o no tus magdalenas.

3 comentarios:

  1. Me alegro que ya estés mejor, y que no tuvieras nada grave, echaría de menos tus locos tuits. Ahora a cuidarse, pequeña.
    Qué bonita y simpática historia la que nos relatas, con tu toque personal del 'brócoli'. El brócoli que no falte, ni en las historias. Jajaja.
    Por cierto, ¿por qué con todos los antioxidantes que tiene el brócoli te has puesto tan malita?
    Cuidado con el brócoli, no te fíes. :P

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    1. El problema ha sido que cogí frío y como estoy operada de anginas pues los pillo fuertes. Pero hay que comer brócoli por muchas cosas, aunque me lo prohíban a veces. Gracias por tus risas. :)

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  2. cada vez me sorprendes mas, pero siempre a mejor

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