martes, 23 de septiembre de 2014

Pasos

A veces tiemblo cuando camino a solas. Miro siempre a lo lejos en lugar de ir mirando al suelo desde que una vez me choqué contra una farola, y por ese motivo dejé de encontrarme monedas y empecé a pisar cacas de perro que no me trajeron suerte alguna.
Como decía, tiemblo cuando doy pasos y me meto en sitios desconocidos, porque a todos nos pasa que no sabemos cómo vamos a reaccionar ante lo que no conocemos, pues no hay costumbre y en nuestra memoria no encontramos similitudes a las que aferrarnos.
Y a cada paso que das, ya sea de mayor o menor amplitud, la huella se va quedando atrás. Nunca delante. Porque el camino que marcamos es sólo nuestro, pese a que a veces lo compartimos.
Una vez estando en la playa metí mis huellas dentro de otras que eran mayores a las mías, y me di cuenta con el paso del tiempo que nunca debí hacerlo, sino marcar las mías propias. Pero eso sólo lo ves con el tiempo y la distancia, la que a su vez va provocando el olvido.
Lo cierto es que a todos nos gusta que nos acompañen en nuestro camino, sentir que nuestros pasos no son los únicos que se oirán tras el largo pasillo, sino que habrá otros que nos marquen un lugar, un lugar al que querer ir para sentirse unidos.
En mi camino fui encontrando piedras y tirando migas. Las piedras se apartaron por sí solas cuando el temporal así lo quiso. De las migas que fui dejando algún resto queda, el que no se haya querido comer ningún pajarillo.
Seguí caminando a solas, a veces iba a oscuras, pues no necesitas luz si ya te sabes el camino, pero palpas con las manos la inseguridad de lo desconocido.
A veces lo tocas y hasta crees sentirlo. Te preguntas porqué sigue ahí algo que debería estar extinguido, y no hay respuesta pues ya nadie contesta, salvo el eco del olvido.
Llega el cambio de estación, verano, otoño y al final invierno. Y los pasos cambiarán pues habremos pasado de pisar arena, a hojas y finalmente al frío de una nieve que apenas veremos.
Y me resulta curioso pensar cómo incluso teniendo unas huellas tan similares, nuestros pasos nunca serán los mismos.
Durante estos días me mantuve al margen, mis pasos eran cortos y apenas marcaban su silueta en el camino. Ahora son más profundos y livianos pues no me aferro a ninguna tierra que no sea la que me vio nacer.
Y me gustaría luchar por conseguir una meta, por dejar esa huella imborrable con el paso del tiempo, pero cada paso es inconstante y a la vez incierto.
La felicidad se nutre de recuerdos que quisieron ser vividos y que se apagaron tras ver lo inconstante de la vida o de cómo sentimos.
A veces mis pasos se dirigen sin querer hacia los lugares conocidos, no por nada especial sino por el mero hecho de sentirse protegidos. Una protección que cuesta dar sobre todo cuando lo que buscas es un pie al que acompañar, sin más motivo que ése, el pensar que un día quizás esos pasos pudiesen encajar. Lejos de miedos y de problemas y afrontando la tempestad. Porque todo pasa y todo llega, pero lo nuestro solo es pasar.
Y quiero recordarte con cariño, como cuando puse mis huellas sobre las tuyas y sonreí mientras las olas del mar las borraban, pero es del todo imposible borrar lo que ya no existe, lo que se fue, pero queda en el recuerdo. Un recuerdo marcado de pasos juntos, caminando a la vez y siendo testigos de que a lo lejos el sol se ponía, dando paso a la oscuridad que nos embargaría.

¿Dónde irán mis pasos ahora que no pueden seguirte? Y sin pensarlo siguen caminando, como antes, mirando al frente, tropezando de nuevo y abriendo camino.


1 comentario: